TOTAL AMOR
No.
La cristalina
luz que hiere el fuego,
que deshace
la frente como un diamante al fin rendido,
como un
cuerpo que se amontona de dicha,
que se
deshace como un resplandor que nunca será frío.
La luz que
amontona su cuerpo como el ansia que con nada
se aplaca,
como el
corazón combatiente que en el mismo filo aún ataca,
que pide no
ser ya él ni su reflejo, sino el río feliz,
lo que
transcurre sin la memoria azul,
camino de
los mares que entre todos se funden
y son lo
amado y lo que ama, y lo que goza y sufre.
Esa dicha
creciente que consiste en extender los brazos,
en tocar los
límites del mundo como orillas remotas
de donde
nunca se retiran las aguas,
jugando con
las arenas doradas como dedos
que rozan
carne o seda, lo que estremeciéndose se alborota.
Gozar de las
lejanas luces que crepitan
en los
desnudos brazos,
como un
remoto rumor de dientes jóvenes
que devoran
la grama jubilosa del día,
lo naciente
que enseña su rosada firmeza
donde las
aguas mojan todo un cielo vivido.
Vivir allá
en las faldas de las montañas
donde el mar
se confunde con lo escarpado,
donde las
laderas verdes tan pronto son el agua
como son la
mejilla inmensa donde se reflejan los soles,
donde el
mundo encuentra un eco entre su música,
espejo donde
el más mínimo pájaro no se escapa,
donde se refleja
la dicha de la perfecta creación que transcurre.
El amor como
lo que rueda,
como el
universo sereno,
como la
mente excelsa,
el corazón
conjugado, la sangre que circula,
el luminoso
destello que en la noche crepita
y pasa por
la lengua oscura, que ahora entiende.
Vicente Aleixandre
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