SIEMPRE SE ENCONTRARÁ
Siempre se
encontrará una mano de mujer
que, fresca
y leve,
compadeciéndote,
con un poco de amor,
como a un
hermano te consuele.
Siempre se
encontrará un hombro de mujer
para tu
respirar acalorado,
donde,
apoyando tu cabeza loca,
confiar
puedas tu rebelde sueño.
Siempre se
encontrarán unos ojos de mujer
que al ver
tu sufrimiento,
te calmen
del dolor
o un poco
del dolor al menos.
Pero hay una
mano de mujer
dulce como
ninguna
cuando la
frente atormentada toca
como la
eternidad, como el destino.
Pero hay un
hombro de mujer
que, sin
saber por qué, se ha dado a ti,
y no por una
noche, sino para siempre,
y hace ya
mucho tiempo que lo comprendiste.
Pero hay
unos ojos de mujer
que siempre
miran con tristeza;
los ojos que
serán, mientras tú vivas,
los ojos de
tu amor y tu conciencia.
Y tú vives,
a pesar de todo, pero
esa mano sólo
no es bastante para ti,
ni ese
hombro, ni esos ojos sagrados,
a los que
tantas veces traicionaste.
Y al fin
llega el castigo para ti.
“¡Traidor!”
te abofeteaba la lluvia.
“¡Traidor!”,
las ramas te fustigan en la cara.
“¡Traidor!”,
resuena por el bosque el eco.
Te agitas,
te atormentas, te entristeces.
Ni siquiera
tu mismo puedes perdonarte.
Sólo esa
mano transparente te perdonará
aunque la
ofensa es grave.
Sólo ese
hombro cansado
te ha de
perdonar, ahora y siempre.
Sólo esos
ojos tristes
perdonarán
lo que perdón no tiene.
Evgueni Evtuchenko
Cuadro: "Viento de ultramar" de Miguel O. Menassa
No hay comentarios:
Publicar un comentario