LA INEPTITUD DE LOS
VAMPIROS
Adiestrados para
el olvido, conjeturan sobre la eficacia de sus
costumbres, encaminadas
a familiarizarse con sus víctimas.
Rodeados de
súbditos, la extrema comodidad en al que viven
se resiste a
aceptar su propia sangre y el fluido que
imperceptible
va entrando en su cuerpo, convierte todo placer
en un dolor
extremo.
La ineptitud
de los vampiros se resiste al cambio.
Al final son
espías de un ciudadano desconocido que vive con
ellos, un
sospechoso que tarde o temprano los amenaza de muerte.
Al servicio de una inteligencia conservadora,
derivan sus vidas al
próximo capítulo,
pero no habrá después.
El inestable
equilibrio en el que habitan, nubla su memoria hasta
olvidarse de
ellos mismos.
Pronto es
imitado por los idiotas, que intentando multiplicar sus
errores,
crean con el vampiro alianzas subordinadas al fracaso.
Obstinados en
la ortodoxia que posee toda defensa del mal, la
soledad en
la que viven, ya no espera ni siquiera a sus próximas
víctimas.
Viven con un
vago malestar, donde viejas enemistades caen
todas las
tardes sobre sus irracionales sentimientos.
Fragmentos falsos,
al servicio de la ineptitud.
Cualquier experto
en inteligencia, reconoce la inutilidad de sus
acciones.
La sombra de
la imagen terca por el olvido, se recuesta a su
lado, despareja
para que no la reconozca y cae sobre sus
mejores
sueños.
Lucía Serrano
Cuadro:"La ineptitud de los vampiros" de Miguel O. Menassa
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