VOY A CONFIARTE,
AMADA…
Voy a confiarte, amada,
uno de los secretos
que más me martirizan. Es el
caso
que a las veces de mi ceño
tiene en un punto mismo
de cólera y esplín fruncimientos.
O callo como un mudo,
o charlo como un necio,
suplicando el discurso
de burlas, carcajadas y
dicterios.
¿Que me miran? Agravio.
¿Me han hablado? Zahiero.
Medio loco de atas, medio
sonámbulo,
con mi poco de cuerdo.
¡Cómo bailan en ronda y
remolino,
por las cuatro paredes del
cerebro
repicando a compás sus
consonantes,
mil endiablados versos
que imitan, en sus cláusulas
y ritmos,
las músicas macabras de
los muertos!
¡Y cómo se atropellan,
para saltar a un tiempo,
las estrofas sombrías,
de vocablos sangrientos,
que me suele enseñar la
musa pálida,
la triste musa de los días
negros!
Yo soy así. ¿Qué se hace!
¡Boberías
de soñador neurótico y
enfermo!
¿Quieres saber acaso
la causa del misterio?
Una estatua de carne
me envenenó la vida con
sus besos.
Y tenía tus labios,
lindos, rojos
y tenía tus ojos, grandes,
bellos…
Rubén Darío
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