SI ALGUIEN ME HUBIERA DICHO
Si alguna
vez pudieras
haberme
dicho lo que no dijiste.
En esta
noche casi perfecta, junto a la bóveda,
en esta
noche fresca de verano.
Cuando la
luna ha ardido;
quemóse la
cuadriga; se hundió el astro.
Y en el
cielo nocturno, cuajado de livideces huecas,
no hay sino
dolor,
pues hay
memoria, y soledad, y olvido
y hasta las
hojas reflejadas caen. Se caen, y duran.
Viven.
Si alguien
me hubiera dicho.
No soy
joven, y existo. Y esta mano se mueve.
Repta por
esta sombra, explica sus venenos,
sus
misteriosas dudas ante su cuerpo vivo.
Hace mucho
que el frío
cumplió
años. La luna cayó en aguas.
El mar
cerróse, y verdeció en sus brillos.
Hace mucho,
muchísimo
que duerme. Las
olas van callando.
Suena la
espuma igual, sólo a silencio.
Es como un
puño triste
y él agarra
a los muertos y los explica,
y los
sacude, y los golpea contra las rocas fieras.
Y los
salpica. Porque los muertos, cuando
golpeados,
cuando
asestados contra el artero granito,
salpican. Son
materia.
Y no hieden.
Están aún más muertos, y se esparcen y cubren, y no hacen ruido.
Son muertos
acabados.
Algunos han
amado. Otros hablaron mucho.
Y se
explican. Inútil. Nadie escucha a los vivos.
Pero los
muertos callan con más justos silencios.
Si tú me
hubieras dicho.
Te conocí y
he muerto.
Sólo falta
que un puño,
un miserable
puño me golpee,
me enarbole
y me aseste,
y que mi voz
se esparza.
Vicente Aleixandre
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