miércoles, 15 de enero de 2020

LA ABANDONADA


LA ABANDONADA

Aún no hace mucho tiempo,
cuando el mundo era un vidrio del color de la dicha,
no un puñado de arena,
te mirabas en alguien igual que en un espejo que te embellecía.
Era como asomarte a las veloces aguas de las ilimitadas
indulgencias
donde se corregían con un nuevo bautismo los errores,
se llenaban los huecos con una lluvia de oro, se bruñían las faltas,
y alcanzabas la espléndida radiación que adquieren hasta
en la noche los milagros.
Imantabas las piedras con pisarlas.
Hubieras apagado con tu desnudez el plumaje de un ángel.
Y algo rompió el reflejo.
Se rebelaron desde dentro las imágenes.
¡Quién enturbió el azogue?, ¿quién deshizo el embrujo de
la transparencia?
Ahora estás a solas frente a unos ojos de tribunal helado
que trizan los cristales,
y es como si en un día la intemperie te hubiera desteñido
y el cuchillo del viento hecho jirones y la sombra del sol desheredado.
No puedes ocultar tu pelambre maltrecha, tu mirada
de animal en derrota,
ni esas deformaciones que producen las luces violentas
en las amantes repudiadas.
Estás ahí, de pie, sin indulto posible, bajo el azote de la fatalidad,
prisionera del mismo desenlace igual que una heroína en el carro del mito.
Otro cielo sin dioses, otro mundo al que nadie más vendrá
sumergen en las aguas implacables tu imperfección y tu vergüenza.

Olga Orozco

De “En el revés del cielo” 

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