TAN ADICTO A LA
AMBROSÍA
Había llovido, era una
calle empedrada
y los zapatos bailaban con
los adoquines.
Me detuvo una librería
abierta en la noche porteña.
Respiré el papel recién
impreso y recordé:
Ícaro pretendió volar,
Moisés encontrar la verdad,
Edipo quiso saber y
Ariadna coser el verso con
plata a la piel.
En mi tierra los escalones
en la calle siempre
bajan a la vida y tan
adicto a lo que abarca la mirada
escuché la voz del eco:
Soy el laberinto,
susurraba el ciego que me
acompaña
con su perro atado el
puño.
Ahora mis manos alumbran
el fuego.
Mi boca cantábrica
despliega la noche alveolar en canto.
Mi cintura soporta
collares índicos de lujuria.
Mi odio es rescoldo vivo.
Mis ojos son coplas entre
almendros,
un jondo escuchar son mis
ojos y un brillo espectacular
cuando me descubro tan
adicto a la ambrosía.
Carlos Fernández del Ganso
Del libro “La Máquina del
Tiempo”
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