miércoles, 31 de julio de 2019

CREÍAS QUE ERAS INMORTAL - Gloria Gómez



CREÍAS QUE ERAS INMORTAL

Creías que eras inmortal,
que el camino bajo tus pies,
era interminable,
creías que tu salud sería infinita
y nunca tendrías que ceder 
a ninguna sosería de caricia.
Tampoco eran necesarias las palabras,
todo el mundo debía saber lo que pensabas,
lo que querías y por tanto debías tenerlo.

Creías que nunca serías huérfano,
que siempre tendrías la mano paterna en tu espalda,
evitando la curva de la vida y el dolor del desencanto.
Pensabas que nunca faltaría una madre
que estuviera a tu lado cada vez
que decides llenar de vahídos los sueños sin realizar.

Olvidaste entregar una flor el día señalado en el calendario,
apuntando en la página de las naderías una más. 
No diste la importancia de un plato caliente
y el pan recién hecho,
las sábanas limpias
y el brillo del espejo cada mañana.

Los años pasan,
y dejan la huella
que nunca hubieras imaginado te tocaría,
tú, el siempre erguido,
oteando la vida desde tu atalaya.
Han pasado los años
y una pequeña mota de polvo en el alma
no te deja ronronear en la noche,
clamas atención en cada movimiento espasmódico,
imploras en silencio las palabras
que la frialdad no dejó pronunciar,
ni siquiera las mías.

Los años pasan, amigo,
y el invierno llega a tu puerta,
y te sorprende desabrigado,
¡qué lástima!
Aquellos corazones que latían en tu entorno
ya no están,
algunos abandonaron el lugar.
Y tú te ves con la misma alforja
que regalabas a la pequeñez
rondando tus noches.
Los años pasan también para ti,
no lo sabías, te creías inmortal.

La adversidad también llega a tu puerta
vestida con sus mejores galas,
la desfachatez se despacha en tu mesa
dentro del bocado más anhelante.
Los años pasan, la vida pasa, los años…

Los años aparecen en cada arruga de tu sien
recordando que no volverán,
cada pelo cano
por cada renuncia del ajeno a tus misivas.

La vida pasa por delante de tu zaguán,
también te deja el recado de tu vejez,
no estabas dispensado,
el espejo te lo demuestra,
recuerdas, aquella soberbia en la solapa?
Como la bandera de tu fortuna!
Qué lastima!
Tu corazón también bombea sangre,
qué lástima!
Tanto tiempo perdido en la deriva del opresor,
qué lástima!
Ahora te das cuenta que nada volverá.
Nada vuelve!

Gloria Gómez Candanedo


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