A UN RÍO LE LLAMAN
CARLOS
(Charles River,
Cambridge, Massachusetts)
Yo me senté en la orilla;
quería preguntarte,
preguntarme tu secreto;
convencerme de que los
ríos resbalan hacia un anhelo y viven;
y que cada uno nace y
muere distinto (lo mismo que a ti te llaman Carlos)
Quería preguntarte, mi
alma quería preguntarte
por qué anhelas, hacia qué
resbalas, para qué vives.
Dímelo, río,
y dime, di, por qué te
llaman Carlos.
Ah, loco, yo, loco, quería
saber qué eras, quién eras
(género, especie)
y qué eran, qué
significaban “fluir”, “fluido”, “fluente”;
qué instante era tu
instante
cuál de tus mil reflejos,
tu; reflejo absoluto
yo quería indagar el
último recinto de tu vida
tu unicidad, esa alma de
agua única,
por la que te conocen por
Carlos.
Carlos es una tristeza,
muy mansa y gris, que fluye
entre edificios nobles, a
Minerva sagrados
y entre hangares que
anuncios o consignas coronan.
y el río fluye y fluye,
indiferente.
a veces, suburbana, verde,
una sonrisilla
de hierba se distiende,
pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí,
sobre la hierba quemada
del invierno para pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro,
como tú lento y gris.
y para preguntarte por qué
te llaman Carlos.
Y tu fluías, fluías, sin
cesar, indiferente
y no escuchabas a tu
amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra
primera enamorada
para saber si le fluye un
alma por los ojos,
y si en su sima el mundo
será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es
sólo eso: una boca amarga que besa.
así te preguntaba: como le
preguntamos a Dios en la sombra de los quince años,
entre fiebres oscuras y
los días –qué verano—tan lentos.
Yo quería que me revelaras
el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te
llamaban Carlos.
Yo no sé por qué? Me he
puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río
un río es agua, lágrimas:
más no sé quién las llora.
El río Carlos es una
tristeza gris, más no sé quién la llora.
Pero sé que la tristeza es
gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es
lágrimas.
Todo lo que fluye es
tristeza, y no sabemos de dónde viene la tristeza.
Como yo no sé quién te
llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres
una tristeza
ni por qué te llaman
Carlos.
Era bien de mañana
cuando yo me he sentado a
contemplar el misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome,
preguntándote.
Preguntando a este río,
gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le
pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?,
¿qué es un río?
Dime, dime qué eres, qué
buscas,
río, y por qué te llaman
Carlos.
Y ahora me fluye dentro
una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises,
como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en
los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho
tiempo.
Ha debido pasar el tiempo
lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la
pena del mundo, como un tiempo lentísimo.
Han debido pasar todas las
lágrimas del mundo, como un río indiferente.
Ha debido pasar mucho
tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí
en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban
Dámaso, digo Carlos.
Dámaso Alonso
España 1898-1990
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