ELEGÍA POR MERCEDES
Se llamaba Mercedes. Y era
buena.
Dicen que todo el mundo la
quería.
Con su sonrisa ajena
una estatua de niebla
parecía.
Se llamaba Mercedes. Y no
existe
sin su sol un capullo de
alegría.
Señor: ¡claro que es
triste
este tanto quererla
todavía…!
Pero nunca sabré dejarla
sola:
aquí bajo la luz sigo con
ella,
me saluda la piel en cada
ola
y se asoma a mirarme en
toda estrella.
Hasta el llanto que baja a
mis mejillas
es casi necesario.
Tú sabes: he crecido en
sus rodillas,
y también me enseñó el
abecedario.
Lo que duele quizás en
esta aurora,
lo que sangra mi voz, lo
que me aterra,
es esto de sentir que a
cada hora
se está volviendo un poco
más de tierra.
La recuerdo dormida en su
sillón
el último verano;
todavía tenía corazón,
a veces suspiraba con la
mano.
Su mirada venía desde el
mar,
y no sé, a cada rato,
miraba como mira el
azahar:
con un poco de miedo y de
recato.
Se llamaba Mercedes. Y era
pura
como el blanco cansado de
su pelo.
Andará con su dulzura,
saliéndose del cielo…
Aquí está su reloj, está
su armario,
su vestido de lana para el
frío;
aquí sobra un dedal, sobra
un rosario.
El tercer cuarto está
vacío.
Carilda Oliver Labra
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