La
madre se ha cambiado de ropa.
La
falda se ha convertido en pantalón,
los
zapatos en botas,
la
cartera en mochila.
No
canta canciones de cuna,
canta
canciones de protesta.
Va
despeinada y llorando
un
amor que la envuelve y sobrecoge.
No
quiere ya sólo a sus hijos,
ni
se da sólo a sus hijos.
Lleva
prendidas en los pechos
miles
de bocas hambrientas.
Es
la madre de niños rotos
de
muchachitos que juegan trompo en aceras polvosas.
Se
ha parido ella misma
sintiéndose
–a ratos-
incapaz
de soportar tanto amor sobre los hombros,
pensando
en el fruto de su carne
-lejano
y solo-
llamándola
en la noche sin respuesta,
mientras
ella responde a otros gritos,
a
muchos gritos,
pero
siempre pensando en el grito solo de su carne
que
es un grito más en ese griterío de pueblo que
la
llama
y
le arranca hasta sus propios hijos
de
los brazos.
Gioconda Belli
Nicaragua 1948
“El ojo de la mujer”
No hay comentarios:
Publicar un comentario