FUNDACIONES DE ARENA
Si poblaras el mundo como
Dios
sólo con proyectar la
sombra de una mano, el oscuro fulgor del ensimismamiento,
o las secretas contradicciones que te
habitan,
saltarían de tu regazo
hasta tus pies animales aviesos,
una fauna de pesadillas
ilustradas que se propagaría infestando el jardín
como en esos tapices en los que la discordia
simula las manzanas de la tentación.
No tienes felpa y seda que desplegar desde tu
frío central hasta tus uñas
en una deslumbrante,
sinuosa orografía
-otro cuadro sienés con
castillos lejano, fortaleza e irrevocable caballero-,
ni la caricia que vuelque
la hierba complaciente sobre la pradera,
ni el intenso esplendor que a veces inventaba
un relámpago azul con tu mirada
y que ahora podría
esparcir tan largos ríos, tan bellos horizontes,
y hasta los esmaltados y
sucesivos cielos de cualquier libro de horas,
sólo con que lograras
olvidar el color de la piedra que te cerró el camino.
Pero ningún prodigio deja
fluir las aguas estancadas.
En tu historia no hay
tintas para imprimir el decorado que anuncie un paraíso,
ni plumajes de fiesta con
que vestir otro destino.
tampoco de tu palabra
emana un génesis semejante a una fábula
en tu honor
donde instaurar un trono
sobre el séptimo día.
Fundaciones de arena,
muros crepusculares para el exilio y el olvido,
lugares destemplados Coamo el viento que pasa bajo las
alas de la ausencia.
Puedes volcar tu inmenso
depósito de insomios hasta la borra del final
o volver del revés todas
las envolturas que adoptó la nostalgia:
no encontrarás ni brizna
de verdor ni hebra que se anude a la esperanza.
Tu imagen, una sombra de
áspero desencanto.
Tu semejanza, una
desgarradura.
Olga Orozco
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