LA
MEMORIA DIVINA
Si me dais una
estrella,
y me la
abandonáis, desnuda ella
entre la mano,
no sabré cerrarla
por defender
mi nacida alegría.
Yo vengo de una tierra
donde no se perdía.
Si me
encontráis la gruta
maravillosa,
que como una fruta
tiene entraña
purpúrea y dorada,
no cerraré la
gruta
ni a la
serpiente ni a la luz del día,
que vengo de una tierra
donde os se perdía.
Si vasos me
alargaseis,
de cinamomo y
sándalo, capaces
de aromar las
raíces de la tierra
y de parar al
viento cuando yerra,
a cualquier
playa los confiaría,
que vengo de un país
en que no se perdía.
Tuve la
estrella viva en mi regazo,
y entera ardí
como en tendido ocaso.
tuve también
la gruta en que pendía
el sol, y
donde no acababa el día.
Y no supe
guardarlos,
ni entendía
que oprimirles era amarlos.
dormí
tranquila sobre su hermosura
y sin temblor
bebía en su dulzura.
Y los perdí,
sin grito de agonía,
que vengo de
una tierra
en donde el
alma eterna no perdía.
Gabriela Mistral
Poema leído por Esther
Núñez
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