SONREÍDME
Vengo muy
satisfecho de librarme
de la
serpiente de las múltiples cúpulas,
la serpiente
escamada de casullas y cálices;
su cola puso
acíbar en mi boca, sus anillos verdugos
reprimieron y
malaventuraron la nudosa sangre de mi corazón.
Vengo muy
dolorido de aquel infierno de incensarios locos,
de aquella
boba gloria: sonreídme.
Sonreídme, que
voy
a donde estáis
vosotros los de siempre,
los que cubrís
de espigas y racimos la boca del que nos escupe,
los que
conmigo en surcos, andamios, fraguas, hornos,
os arrancáis
la corona del sudor a diario.
Me libré de
los templos: sonreídme,
donde me
consumía con tristeza de lámpara
encerrado en
el poco aire de los sagrarios.
salté al monte
de donde procedo,
a las viñas
donde halla tanta hermana mi sangre,
a vuestra
compañía de relativo barro.
Agrupo mi
hambre, mis penas y estas cicatrices
que llevo de
tratar piedras y hachas
a vuestras
hambres, vuestras penas y vuestra herrada carne,
porque para
calmar nuestra desesperación de toros castigados
habremos de
agruparnos oceánicamente.
Nubes
tempestuosas de herramientas
para un cielo
de manos vengativas
nos es
preciso. Ya relampaguean
las hachas y
las hoces con su metal crispado,
ya truenan los
martillos y los mazos
sobre los
pensamientos de los que nos han hecho
burros de carga y bueyes de labor.
Salta el capitalista de su cochino lujo,
huyen los
arzobispos de sus mitras obscenas,
los notarios y
los registradores de la propiedad
caen
aplastados bajo furiosos protocolos,
los curas se
deciden a ser hombres
y abierta ya
la jaula donde actúa de león
queda el oro
en la más espantosa miseria.
En vuestros
puños quiero ver rayos contrayéndose,
quiero ver a
la cólera tirándoos de las cejas,
la cólera me
nubla todas las cosas dentro del corazón
sintiendo el
martillazo del hambre en el ombligo,
viendo a mi
hermana helarse mientras lava la ropa,
viendo a mi
madre siempre en ayuno forzoso,
viéndoos en
este estado capaz de impacientar
a los mismos
corderos que jamás se impacientan.
Habrá que ver
la tierra estercolada
con las
injustas sangres,
habrá que ver
la media vuelta fiera de la hoz ajustándose
a las nucas,
habrá que verlo
todo noblemente impasibles,
habrá que
hacerlo todo sufriendo un poco menos de lo
que
ahora sufrimos bajo el hambre,
que nos hace
alargar las inocentes manos animales
hacia el robo
y el crimen salvadores.
Miguel Hernández
De “Poemas sueltos III”
Poema leído por Gloria
Gómez
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