GUÁRDAME EL TIEMPO
Vuelves a renovarme el don
perpetuo.
otra vez eres ése
que me enseñó las señales
del alba.
El que salvó una hormiga
en el borde del vaso.
Vuelves para pedirme que
reúna
la corte de los gatos,
que te ampare de aquel
golpe en la nuca,
que te dé mi tristeza como
un sorbo,
que te recorte alguna uña,
que me moje de ti,
que te alcance el café,
que no oscurezca,
que me case contigo esta
noche otra vez.
Se nos quedaron muchas
cosas sin hablar.
necesitamos una cita,
porque
¿a quién le doy tantas
caricias
que sobraron,
aquellas que olvidé
ponerte sobre el pecho?
¿A quién le cuento
que he planchado, creyendo
que era tela,
tu perfil de muchacho?
¿A quién convido ahora con
mis piernas
y le enseño el jazmín que
nació anoche.,
y le pongo una abeja a que
lo pique,
y le saludo la inocencia?
¿A quién le miento y juro,
a quién retiro un pan
contra la oreja,
a quién le digo que lo
odio,
y luego, que lo amo?
¿A quién le digo hijo,
y me lo paso por dentro
como un trapo?
sé bien que estás metido
en nuestros átomos,
que te mueves en ese aire
que espantó estas páginas
que observas desde los
retratos,
que te has caído hoy
contra mi pecho
y para que seamos uno solo
hasta este propio corazón
me lo has parado;
sé que estoy muerta
soñando que te busco por
el cuarto.
Guárdame el tiempo.
Guárdamelo.
Estoy segura de que puedes.
Así no ha de caer la luna
ni tendrás que morirte en
la mañana
y el jueves será eterno
y te besaré siempre como
el veinticuatro
de septiembre
de mil novecientos ochenta
y uno.
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.
¡Qué no pase ni un minuto,
que nada ciego nazca,
que no se invente un
aparato de tortura
ni estalle otra contienda
contra el hombre;
que no cacen más pájaros,
que no se malogre la pureza,
que vuelvas
a ser
y aquel esplendor tuyo se
mezcle, poderoso,
a mis harapos!
Guárdame el tiempo
guárdamelo.
Te lo pido con rabia,
con ternura,
con todo lo que no es
palabra.
Para que siempre seamos lo
estupendo:
hombre y mujer
girando,
nueva especie del mundo;
ya casi un milagro.
Pues me han salido en la
cara tus ojos
y a ti en el rostro mi
boca,
y no sé cuando te miro si
eres tú quien me mira
ni cuando tú me besas
si soy yo quien te ha
besado.
Carilda Oliver Labra
Poema leído por Maribel Domínguez
Duarte
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