lunes, 5 de febrero de 2024

TODO SE IBA...

 

 


TODO SE IBA…

 

 

Había mujeres débiles,

y además mujeres fáciles

y mujeres fatales

que lloraban gritaban sollozaban

delante de hombres de paja

que ardían.

Niños extraviados corrían por calles en ruinas

muy pálidos al saber que nunca más volverían a encontrarse.

Y jefes de familia

que ya no distinguían el suelo del techo

revoloteaban de un piso al otro

en una lluvia de felpudos de lámparas de cucharillas y de plumones.

Todo se iba

la ciudad se desmoronaba

bullía se desmenuzaba

y giraba sobre sí misma

sin que pareciera moverse.

Unos cerdos negros cegados

en la súbita oscuridad

de una pocilga moderna en desuso

galopaban.

La ciudad se iba

sudando sangre yagua

envases de gas reventados.

Los que solo soñaron en heridas y golpes

se despertaban

decapitados

habiendo perdido peines y cepillos

y otras cositas mundanas.

Una boda muy negra muerta de pie

desde el padrino hasta los novios

conservaban un equilibrio de ceniza petrificada

frente a un fotógrafo

torrado aterrado.

Ruinas recientes totalmente nuevas

homenaje de guerra

juegos de rompecabezas

ganancias y pérdidas

leña y carbón.

En lo que quedaba de una casa de obreros

una tortilla abandonada

colgaba como ropa vieja

sobre un ventanal roto

y en las migajas de un viejo lecho calcinado mezcladas con el

            serrín gris de un armario volatilizado

la carne humana se incorporaba al asado de carne comestible.

 

En las bambalinas del progreso

hombres íntegros proseguían integralmente la desintegración

            progresiva  de la materia viva

desamparada.

 

De “La pluie et le Beau temps”

Jacques Prévert

Cuadro: "En mil fragmentos" de Miguel O. Menassa

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