OPERACIÓN NOCTURNA
Alguien sopla.
Sopla contra mi casa una
envoltura de cortinajes negros,
una niebla sedienta que husmea
como hiena en los rincones,
unas sombras que incrustan
trozos de pesadilla en la pared.
Alguien sopla y convoca
los poderes sin nombre.
Mi guarida se eriza,
se agazapa en el foso de
las fieras,
resiste con su muestrario
de apariencias a los embates
de la mutación.
Alguien sopla y arranca de
sus goznes mi precaria morada,
las maquinarias de su
remota realidad.
Ahora es otra y no es y
apenas vuelve a ser en más
o en menos,
tan amenazadora y tan
falaz como una escena blanca
espejeando en la nieve
o la ventana que se
enciende y se apaga en la espesura
del tapiz.
Pero igual la sofocan en
su temblor final con una funda helada,
la separan de sus mansas
costumbres,
le quitan una a una sus
misericordiosas pertenencias
con un duro escalpelo.
La convierten en la trampa
feroz sobre las bocas del abismo que viene.
¡Y yo que reclamaba solamente
un lugar de pequeñas
alianzas como chispas, solamente
un lugar para oficiar la luz en torno de mis huesos!
¿No había para mí nada más
que esta cárcel,
estos muros aviesos,
fatales hacia abajo,
esta tensa tiniebla que me
arroja de subsuelo en subsuelo?
Olga Orozco
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