EL MUSGO EN LOS HOGARES
Hay un aire letárgico en
las casas
como el que hay en los
nichos bajo los pies de las estatuas,
o en el raso de un cofre
lleno de ajadas flores y cabellos.
El aliento ennegrece los
objetos;
las paredes donde el
viento del Oeste golpea con sus
calientes cuerdas;
los lechos, las cortinas
de plegada cintura…
Es que tal vez, bajo los
pisos, hay alguien de insondable
cabeza que nuestros pies
despiertan, resonando,
mientras el día gira
penetrando a morir en las más tristes luces.
Henos aquí. La mesa ha
sonado su blanco mantel y nos reúne.
Aún galopa el estío
jadeando ante las celosías,
con sus pasos envueltos en
hirviente humedad.
Aquí están mis manos. Nuestros
diálogos;
el ritual alimento sobre
la piel del mediodía;
las cosas dirigidas a su
tranquilo perecer,
en tanto suenan los
cuchillos cada vez más opacos,
hasta que se confundan con
un golpe de tierra sobre la eternidad.
A veces, el océano pasa
rozando las habitaciones
como un mendigo de
terrible voz,
y hasta mis uñas quieren
huir.
Pero aún estamos juntos
entre las copas y los muebles
donde la sangre gotea,
reunidos en la ternura
cuando las hojas vacilan,
aquí, como lobos retraídos,
o gentes que ya conocen su
sabor.
Pero cuando los techos se
sacuden, tocados de súbito
por mortuorios cielos,
y los platos se desmenuzan
al compás de esos fúnebres sones
que nadie quiere oír,
nos miramos todavía
sonriendo y nos contamos en silencio…
somos todos aún: nadie ha
partido a ser el que se nombra sollozando,
ya todo de vapor, con un
traje vacío
donde se secan lágrimas,
claveles…
Enrique Molina
Cuadro. "Amores ocultos" de Miguel Oscar Menassa
No hay comentarios:
Publicar un comentario