martes, 13 de febrero de 2024

EL MUSGO EN LOS HOGARES

 


EL MUSGO EN LOS HOGARES

 

 

Hay un aire letárgico en las casas

como el que hay en los nichos bajo los pies de las estatuas,

o en el raso de un cofre lleno de ajadas flores y cabellos.

El aliento ennegrece los objetos;

las paredes donde el viento del Oeste golpea con sus

calientes cuerdas;

los lechos, las cortinas de plegada cintura…

Es que tal vez, bajo los pisos, hay alguien de insondable

cabeza que nuestros pies despiertan, resonando,

mientras el día gira penetrando a morir en las más tristes luces.

Henos aquí. La mesa ha sonado su blanco mantel y nos reúne.

Aún galopa el estío jadeando ante las celosías,

con sus pasos envueltos en hirviente humedad.

Aquí están mis manos. Nuestros diálogos;

el ritual alimento sobre la piel del mediodía;

las cosas dirigidas a su tranquilo perecer,

en tanto suenan los cuchillos cada vez más opacos,

hasta que se confundan con un golpe de tierra sobre la eternidad.

A veces, el océano pasa rozando las habitaciones

como un mendigo de terrible voz,

y hasta mis uñas quieren huir.

Pero aún estamos juntos entre las copas y los muebles

donde la sangre gotea,

reunidos en la ternura cuando las hojas vacilan,

aquí, como lobos retraídos,

o gentes que ya conocen su sabor.

Pero cuando los techos se sacuden, tocados de súbito

por mortuorios cielos,

y los platos se desmenuzan al compás de esos fúnebres sones

que nadie quiere oír,

nos miramos todavía sonriendo y nos contamos en silencio…

somos todos aún: nadie ha partido a ser el que se nombra sollozando,

ya todo de vapor, con un traje vacío

donde se secan lágrimas, claveles…

 

Enrique Molina

Cuadro. "Amores ocultos" de Miguel Oscar Menassa

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