NO HAY DOLOR QUE
IMPIDA SOÑAR
(poema de los cincuenta)
No hay dolor que impida
soñar
canta
baila
embriaguémonos
ha llegado la edad de
nuestra libertad.
Han pasado las
generaciones
y nuestra vida
al fin
se dirige a una playa
tranquila,
diminuta cala donde los
vientos
llegan
tan sólo
cuando están cansados de
soplar.
Allí el mar es suave
y con mimo
se esconde entre pequeñas
rocas.
Nuestros cuerpos
al sol
ya no esperan.
En paz con el amor
esta pasión no cesa.
Tampoco olvida
y contra el ácido sabor
de las palabras malditas
pongo en el mundo
además de hijos
versos
instantes dichosos
donde el tiempo se ríe de
los climas.
Natural inclinación
soslayante
llevo en mí algún suspiro.
Alguien
trata de tacharme.
Sin embargo insisto y
respiro.
Luego, ociosa, sin las
edades
alcanzo alguna flor
--quizá un cyclamen—
y no la pongo en un libro.
Tiño con ella, un segundo
un trazo del aire.
María Chévez
Del libro “Poemas y
libertad”
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