HABITACIÓN 501
Ardían
las paredes,
las
calles rugían en alaridos nocturnos
mientras
nosotros hablábamos,
ante
la mirada atenta del mundo,
de
cómo pulir diamantes extranjeros
siendo
la palabra el único instrumento.
Atados
a las caricias, almacenamos
todo
el amor posible para llegar
hasta
la próxima parada.
Allí,
desde el futuro, construimos la vida:
sueños
adultos en carnes ajenas
disimulados
en pentagramas de ilusión.
Hubo
quien calmaba la sed
pero,
pronto, los pasos del amor
nos
hicieron hábiles comerciantes,
prodigiosos
mercaderes de las aguas,
y
surcamos inmensas profundidades
aprendiendo
el tacto de nuestros cuerpos.
Emergíamos
a la superficie susurrando,
recuperábamos
el aliento
y
nuevamente volvían los latidos.
esclavos
de nuestro propio deseo,
trabajamos
cada día para encontrar
la
pérfida sonrisa, compañera del amor.
Magdalena Salamanca Gallego
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