DISCURSO DE EVA
Hoy
te saludo brutalmente:
con
un golpe de tos
o
una patada.
¿Dónde
te metes,
a
dónde huyes con tu caja loca
de
corazones,
con
el reguero de pólvora que tienes?
¿Dónde
vives:
en
la fosa en que caen todos los sueños
o
en esa telaraña donde cuelgan
los
huérfanos de padre?
Te
extraño,
¿sabes?
como
a mi misma
o
a los milagros que no pasan.
te
extraño,
¿sabes?
quisiera
persuadirte no sé de qué alegría,
de
qué cosa imprudente.
¿Cuándo
vas a venir?
tengo
una prisa por jugar a nada,
por
decirte: “mi vida”
y
que los truenos nos humillen
y
las naranjas palidezcan en tu mano.
Tengo
unas ganas locas de mirarte al fondo
y
hallar velos
y
humo, que, al fin, parece en llama.
De
verdad que te quiero,
pero
inocentemente,
como
la bruja clara donde pienso.
de
verdad que no te quiero,
pero
inocentemente,
como
el ángel embaucado que soy.
Te
quiero,
no
te quiero.
Sortearemos
estas palabras
y
una que triunfe será la mentirosa.
Amor…
(¿Qué
digo? Estoy equivocada,
aquí
quise decir que ya te odio.)
¿Por
qué no vienes?
¿Cómo
es posible
que
me dejes pasar sin compromiso con el fuego?
¿Cómo
es posible que seas austral
y
paranoico
y
renuncies a mí?
Estarás
leyendo los periódicos
o
cruzando
por
la muerte
y
la vida.
Estarás
con tus problemas de acústica y de ingle,
inerte,
desgraciado,
entreteniéndote
en una aspiración del luto.
y
yo que te deshielo,
que
te insulto,
que
te traigo un Jacinto desplomado;
yo
que te apruebo la melancolía;
yo
que te convoco
a
las sales del cielo,
yo
que te zurzo:
¿qué?
¿Cuándo
vas a matarme a salivazos,
héroe?
¿Cuándo
vas a molerme otra vez bajo la lluvia?
¿Cuándo?
¿Cuándo
vas a llamarme pajarito
y
puta?
¿Cuándo
vas a maldecirme?
¿Cuándo?
mira
que pasa el tiempo,
el
tiempo,
el
tiempo,
y
ya no se me aparecen ni los duendes,
y
ya no entiendo los paraguas,
y
cada vez soy más sincera,
augusta…
Si
te demoras,
si
se te hace un nudo y no me encuentras,
vas
a quedarte ciego;
si
no vuelves ahora: infame, imbécil, torpe, idiota,
voy
a llamarme nunca.
Ayer
soñé que mientras nos besábamos
había
sonado un tiro
y
que ninguno de los dos soltamos la esperanza.
este
es un amor
de
nadie;
lo
encontramos perdido,
náufrago,
en
la calle.
Entre
tú y yo lo recogimos para ampararlo.
por
eso, cuando nos mordemos,
de
noche,
tengo
como un miedo de madre a quien dejaste sola.
Pero
no importa,
bésame,
otra
vez y otra vez
para
encontrarme.
Ajústate
a mi cintura,
vuelve;
sé
mi animal,
muéveme
destilaré la vida que me sobra,
los
niños condenados.
Dormiremos
como homicidas que se salvan
atados
por una flor incomparable.
Y
a la mañana siguiente cuando cante el gallo
seremos
la naturaleza
y
me pareceré a tus hijos en la cama.
Vuelve,
vuelve.
Atraviésame
a rayos.
Hazme
otra vez una llave turca.
Pondremos
el tocadiscos para siempre.
Ven
con tu nuca de infiel,
con
tu pedrada.
Júrame
que no estoy muerta.
Te
prometo, amor mío, la manzana.
Carilda
Oliver Labra
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