TIERRA
Y LUNA
Me
quedo con el transparente
que
come los huevos de la golondrina.
Me
quedo con el niño desnudo
que
pisotean los borrachos de Brooklyn.
Con
las criaturas muchas que pasan bajo los arcos.
Con
el arroyo de venas ansioso de abrir sus manecillas.
Tierra
tan sólo. Tierra.
Tierra
para los manteles estremecidos,
para
la pupila viciosa de nube,
para
las heridas recientes y el húmedo pensamiento.
Tierra
para todo lo que huye de la
Tierra
No
es la ceniza en vilo de las cosas quemadas,
ni
los muertos que mueven sus lenguas bajo los árboles.
Es
la tierra desnuda que bala por el cielo
Y
deja atrás los grupos ligeros de
ballenas.
Es
la Tierra
alegrísima, imperturbable nadadora,
la
que yo encuentro en el niño y en las noches que pasan los areos.
Viva
Tierra de mi pulso y del baile de los helechos
que
deja a veces por el aire un duro perfil de Faraón.
Me
quedo con la mujer fría donde requeman los musgos inocentes.
Me
quedo con los borrachos de Brooklyn
que
pisan al niño desnudo.
Me
quedo con los signos desgarrados
de
la lenta comida de los osos.
Pero
entonces bajo la luna despeñada por las escaleras
poniendo
las ciudades de hule celeste y talco sensitivo,
llenando
de pies de mármol la llanura sin recodos
y
olvidando, bajo las sillas diminutas carcajadas de algodón.
¡Oh
Diana, Diana!, Diana vacía,
convexa
resonancia donde la abeja se vuelve loca.
Mi
amor es paso, tránsito, larga muerte gustada,
nunca
la piel ilesa de tu desnudo nido.
Es
Tierra ¡Dios mío! Tierra lo que vengo buscando.
Embozo
de horizonte, latido y sepultura.
Es
dolor que se acaba y amor que se consume.
Torre
de sangre abierta con las manos quemadas.
Pero
la luna subía y bajaba las escaleras.
Repartiendo
lentejas desangradas en los ojos,
dando
escobazos de plata a los niños de los muelles
y
borrando mi apariencia por el término del aire.
Federico
García Lorca
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