viernes, 21 de agosto de 2015

Poema publicado en la revista nº 1 -Balcones de Poesía y Luna


TIERRA Y LUNA

Me quedo con el transparente
que come los huevos de la golondrina.
Me quedo con el niño desnudo
que pisotean los borrachos de Brooklyn.
Con las criaturas muchas que pasan bajo los arcos.
Con el arroyo de venas ansioso de abrir sus manecillas.

Tierra tan sólo. Tierra.
Tierra para los manteles estremecidos,
para la pupila viciosa de nube,
para las heridas recientes y el húmedo pensamiento.
Tierra para todo lo que huye de la Tierra

No es la ceniza en vilo de las cosas quemadas,
ni los muertos que mueven sus lenguas bajo los árboles.
Es la tierra desnuda que bala por el cielo
Y deja atrás  los grupos ligeros de ballenas.

Es la Tierra alegrísima, imperturbable nadadora,
la que yo encuentro en el niño y en las noches que pasan los areos.
Viva Tierra de mi pulso y del baile de los helechos
que deja a veces por el aire un duro perfil de Faraón.

Me quedo con la mujer fría donde requeman los musgos inocentes.
Me quedo con los borrachos de Brooklyn
que pisan al  niño desnudo.
Me quedo con los signos desgarrados
de la lenta comida de los osos.


Pero entonces bajo la luna despeñada por las escaleras
poniendo las ciudades de hule celeste y talco sensitivo,
llenando de pies de mármol la llanura sin recodos
y olvidando, bajo las sillas diminutas carcajadas de algodón.

¡Oh Diana, Diana!, Diana vacía,
convexa resonancia donde la abeja se vuelve loca.
Mi amor es paso, tránsito, larga muerte gustada,
nunca la piel ilesa de tu desnudo nido.

Es Tierra ¡Dios mío! Tierra lo que vengo buscando.
Embozo de horizonte, latido y sepultura.
Es dolor que se acaba y amor que se consume.

Torre de sangre abierta con las manos quemadas.

Pero la luna subía y bajaba las escaleras.
Repartiendo lentejas desangradas en los ojos,
dando escobazos de plata a los niños de los muelles
y borrando mi apariencia por el término del aire.


Federico García Lorca




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