martes, 14 de noviembre de 2023

MEDITERRÁNEO

 


MEDITERRÁNEO

 

 

Mar antiguo, me embriago con la voz

que surge de tus bocas cuando se abren

como verdes campanas

y se echan hacia atrás y se disuelven.

La casa de aquellos veranos tan lejanos

estaba junto a ti –lo sabes-

allá en la tierra donde el sol abrasa

y nublan el aire los mosquitos.

Hoy como entonces me paralizo en tu presencia,

mar, pero ya no me creo

digno de la solemne advertencia

de tu respiración. Me dijiste ante todo

que el pequeño latido de mi corazón

era sólo un momento en el tuyo,

que llevaba en el fondo tu temeraria ley;

ser amplio y diferente, pero también constante

para vaciarme de toda suciedad

como haces tú cuando arrojas a las playas

entre estrellas de mar, junto a corchos y algas,

los inútiles escombros de tu abismo.

 

Hubiera querido sentirme esencial y duro

como los guijarros que devuelves

comidos por la sal;

esquirla fuera del tiempo, testimonio

de una fría voluntad constante.

Pero fui otro: hombre alerta que vigila,

en sí mismo, y en los otros, el ardor

de la vida instantánea –hombre lento

para la acción que nadie logra destruir.

Quise buscar el mal

que carcome el mundo, la pequeña desviación

de una palanca por la que se detiene

el mecanismo universal, y vi todos

los sucesos menudos

dispuestos s desunirse por una sacudida.

Siguiendo la huella de un sendero, sentí

en mi corazón el desafío de lo opuesto;

quizá necesitaba el bisturí que amputa,

la mente que determina y se decide.

Otros libros necesitaba

para mí, no tu página estruendosa.

Pero de nada puedo lamentarme: tú desatas

aún los nudos internos con tu canto.

Tu delirio se eleva ahora hacia los astros.

 

Si pudiera contener

en este pobre ritmo mío

un poco al menos de tu desatino;

si me fuese dado conciliar

tus voces y mi habla balbuceante:

yo que soñaba arrebatarte

las salobres palabras

donde naturaleza y arte se confunden,

para proclamar mejor esta melancolía

de niño envejecido que no debía pensar.

Y en su lugar, sólo tengo las letras gastadas

de los diccionarios, y la oscura voz

que el amor dicta se enronquece,

se vuelve lamentosa literatura.

No tengo más que estas palabras

que se ofrecen, como mujeres públicas,

a quien las solicita:

no atengo más que estas cansadas frases

que mañana también podrán robarme

los estudiantes astutos en versos verdaderos.

Y tu estruendo crece, y se extiende,

azul, la nueva sombra.

Mis pensamientos me abandonan totalmente.

Sentidos ya no tengo, ni sentido. Ni límite siquiera.

 

Eugenio Montale

Cuadro: "Danza del agua" de Miguel Oscar Menassa

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