LOS NOMBRES DE LAS
COSAS
Si
decimos madera, se oye el viento
poniendo
entre los árboles su música,
como
cuando al nombrar el pan nos llega
un
vaho caliente de la mies madura
y
al decir vino es un otoño claro
lo
que nos toca con su mansa lluvia.
En
el ala del nombre cada cosa
trae
el olor de una sustancia pura,
la
lejana verdad de su materia,
los
cálidos cimientos que la fundan.
Si
decimos madera suena el golpe
del
leñador entre las alas plumas
vegetales,
la sombra campesina
si
pan decimos fugitiva cruza
y
la mano artesana que levanta
la
nívea luz de la amasada espuma,
y
el rumor jornalero en los lagares
si
vino dice nuestra voz, se escucha.
En
la arcilla del nombre de cada cosa
como
en pequeños ríos acumula
el
humano sudor, el noble esfuerzo
para
su claridad primera y última.
Hasta
nosotros vienen nombres, cosas:
madera,
vino, pan, metales, frutas…
Satélites
diarios nos rodean,
sus
solícitas sombras nos ayudan.
Tienes
que pronunciar los nombres
de
las cosas sintiendo su profunda
realidad
de materia y su invisible
condensación
de vida.
Tal
la pulpa de una almendra,
en
la cáscara del nombre trozos de vida,
vidas
diminutas, duermen y se despiertan
en
tus labios, hijo,
cuando
tus labios las pronuncian.
Leopoldo
de Luis
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