miércoles, 15 de noviembre de 2023

LOS IDEALES

 


LOS IDEALES

 

 

¿Quieres pues, desleal, de mí apartarte

con tus encantadoras fantasías,

con tus dolores, con tus alegrías,

con todo, huir inexorablemente?

¿Nada en la huida detenerte puede,

¡oh, tú! Edad dorada de mi vida?

Inútiles, tus ondas presurosas

ya de la eternidad al mar descienden.

Se apagaron los soles placenteros

que alumbraron mi senda juvenil,

y deshechos están los ideales

que otrora el ebrio corazón henchían,

ella perdióse al fin, la dulce fe

en seres que mi ensueño hizo nacer,

de la hostil realidad volviese presa

lo que divino y bello una vez se fue.

Como un día con ansias vehementes

Pigmalión a la piedra se abrazaba

hasta que ardiente en las mejillas frías

de mármol derramóse el sentimiento,

así con amoroso abrazo uníme

a la naturaleza, con placer

juvenil hasta que empezó a alentar

y a templar en mi pecho de poeta,

y al compartir mis férvidos impulsos

un lenguaje encontró la que era muda,

el beso devolvióme del amor

y de mi corazón oyó el latido;

árbol y rosa para mí vivían,

plateadas fuentes para mí cantaban,

y hasta lo inanimado percibía,

el eco claro de mi palpitar.

Dilató con impulso poderoso

un todo parturiento el pecho angosto,

para salir de sí hacia la vida

con imagen y son, palabra y obra.

Qué grande era este mundo por su forma

cuando aún el capullo lo ocultaba,

pero qué poco ¡ay! se ha descubierto,

y este poco, qué pobre y qué pequeño.

Cómo saltó en las alas de su arrojo,

dichoso en la quimera de su sueño,

aún no sujeto por cuidado alguno,

el joven, al cambio de la vida.

 

Hasta el astro  más pálido del éter

de sus planes el vuelo levantólo,

nada tan alto, tan lejano había,

adonde con sus alas no llegase.

¡Qué fácil hasta allá llevado era!

Para el feliz ¡que había de agobiante!

¡Cómo el ligero séquito danzaba

delante del carruaje de la vida!

¡El amor con la dulce recompensa,

con su guirnalda de oro la ventura,

la claridad con su estelar corona,

y la verdad en el fulgor solar!

Mas, ¡ay! ya en el medio del camino

desorientáronse los compañeros,

sus pasos apartaron, desleales,

y así fueron cediendo uno tras otro.

Volando la ventura huyó ligera,

el afán de saber quedó sediento,

de la duda ciñeron nubes hoscas

la figura solar de la verdad. 

Las sagradas coronas de la gloria

en la frente vulgar vi profanadas,

¡ay! muy pronto, tras corta primavera,

el tiempo bello del amor huyó.

Y siempre más silencio y siempre más

abandono por la fragosa senda,

apenas si encendía una vislumbre

en la lóbrega vía la esperanza.

De todo aquel cortejo alborozado,

¿quién junto a mí permaneció amoroso?

¿Quién, a mi lado aún, me da consuelo,

y hasta la lóbrega mansión me sigue?

Tú, la que sanas todas las heridas,

de la amistad, callada y tierna mano,

partes cordial las cargas de la vida,

tú, la que pronto di en buscar y hallé,

y tú, que bien con ella te emparejas,

la que del alma aleja la tormenta.

Ocupación, la que jamás se cansa,

la que, lenta al crear, jamás destruye,

que para edificar eternidades

si alza de arena un grano sobre otro,

también de la gran deuda de los tiempos,

minutos, días, años va borrando.

 

Friedrich Schiller

Cuadro: "Para que algo nazca" de Miguel Oscar Menassa

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario