jueves, 15 de septiembre de 2022

VIGILAR, SOBRE TODO

 


VIGILAR, SOBRE TODO,

 

Vigilar, sobre todo,

a ella, a la aterradora

fuerza y beldad del mundo:

amor, amor, amor.

Esa que es grito y salto,

profesora de excesos,

modelo de arrebatos,

desatada bacante

que lleva el pelo suelto

para inquietar los aires,

esa

envidia de torrentes,

ejemplo de huracanes,

la favorita hija

de los dioses extremos

–amor, amor, amor-

que con su delirante

abrazo hace crujir

por detrás de la carne

que se deja estrechar

lo que más se resiste

en este cuerpo humano,

a ternura ya beso:

el destino final

del hombree: el esqueleto.

Amor, amor, amor.

¿Por qué quién ha sabido

nunca, si hace o deshace?

¿Y si, cuando nos arde

es que nos alza a llama,

o nos quiere cenizas?

Por eso, el mundo, hoy débil,

le teme más que a nadie.

Y hay que dar el aviso

a todos los amantes

de que la vida está

al borde de romperse

si se siguen besando

como antes se besaban.

 

¡Que se apaguen las lumbres,

que se paren los labios,

que las voces no digan

ya más: “¡Te quiero!” ¡Que

un gran silencio reine,

una quietud redonda,

y se evite el desastre

que unos labios buscándose

traerían a esta suma

de aciertos que es la tierra!

Que apenas la mirada,

lo que hay más inocente

en el cuerpo del hombre,

se quede conservándole

al amor su futuro,

en esa leve estrella

que los ojos albergan

y que por ser tan pura

no puede romper nada.

 

Tan débil está el mundo

-cendales o cristales- que

hay que moverse en él

como en las ilusiones,

donde un amor se puede

morir si hacemos ruido.

Sólo

una trémula espera,

un respirar secreto,

una fe sin señales,

van a poder salvar

hoy,

la gran fragilidad

de este mundo.

 

Y la nuestra

 

Pedro Salinas

Cuadro: El asombro de Miguel Oscar Menassa

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