ERES ALTA Y DELGADA
Sorprendida
por un deseo agrio y una apacible
seducción
vertida
de sufrimientos pálidos y silenciosos
dolores
estridentes y largos
sus
manos pequeñas y su vergüenza y el amor
tocando
su cintura
el
amor que no cae milagrosamente
que
se ejerce y que no se revela como a veces
suponemos
el
amor que viene y va que encanta y repugna
y
su soledad sin el amor revelado
y
sin el otro amor compartido
la
soledad sin esperanza y sin ternura
sin
tibias palabras
o
la atmósfera de una conversación
sin
el resplandor de alguna bondadosa manera
–su
madre debió ser así
delgada
como el maíz
alta
como la voz del canto
cambiante
como
la flor de Alejandría-
y
las horas acariciadas
por
su corazón maltratado y joven
y
las apariencias fáciles
y
las promesas y los sueños
este
presumible destino que nunca pudo dominar
este
desorden de abismo y hechos mezclados en
el
tiempo
esta
vida que maltrata y consuela.
Francisco
Urondo
Cuadro: El nacimiento de Venus de Sandro Boticcelli
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