AMOR, MUNDO EN
PELIGRO
Hay que tener cuidado,
mucho cuidado: el mundo
está muy débil, hoy,
y este día es el punto
más frágil de la vida.
Ni siquiera me atrevo
a pronunciar el nombre,
por si mi voz rompiera
ese encaje
sutil
labrado por alternos
de sol y luna, rayos,
que es el pecho del aire.
Hay que soñar despacio:
nuestros sueños deciden
como si fueran pasos;
y detrás de ellos quedan
sus huellas, tan marcadas,
que el alma se estremece
al ver cómo ha llenado
la tierra de intenciones
que podrían ser tumbas
de nuestro gran intento.
Soñar casi en puntillas
porque la resonancia
de un sueño, o de un pie duro
en un suelo tan tierno
podría derribar
las fabulosas torres
de alguna Babilonia.
Hay que afinar los dedos:
hoy todo es de cristal
en cuanto lo cogemos.
Y una mano en la nuestra
quizá se vuelva polvo
antes de lo debido
si se aprieta más
que a un recuerdo de carne.
Hay que parar las gotas
de la lluvia: al caer
en la tierra abrirían
hoyo como sepulcros;
porque el suelo es tan blando
que en él todo es entierro.
Parar, más todavía,
cuando estemos al borde
de algún lago de plata,
el afán de llorar
que su gran parecido
con un lago de plata
en nosotros provoca.
Sí, detener las lágrimas.
Si una lágrima cae
hoy con su peso inmenso
en un lago o en unos
ojos que nos querían
puede llegar tan hondo
que destruya los pájaros
del cielo más amado,
y, haciendo llover plumas,
llene toda la tierra
de fracasos de ala.
No hay que apartar la vista
de los juncos de azogue
donde el calor se mide.
Si el ardor sube mucho
en pechos o en termómetros,
puede
arruinar la tierna
cosecha
que prometen
tantas
letras sembradas
en
las cartas urgentes.
Pedro
Salinas
Cuadro: Pasaje por el dolor de Miguel Oscar Menassa
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