sábado, 10 de septiembre de 2022

"LAS CALAVERAS" DE POSADAS



“LAS CALAVERAS” DE POSADAS

 

Ríen a subterráneas carcajadas,

secas mandíbulas en los alvéolos de la noche,

mi madre no les teme, les reza con dulzura como a una maldad,

que dejen bajo la piedra sus vértebras, sus botellas,

semejante jarana, zapateos, hembras.

Sus guitarras apenas emiten un ruido de alimaña que escarban,

devoran frituras, vociferan,

acarician las esqueletas, las voltean,

                                                                cantan

con descomunales sombreros en punta

que protegen sus cráneos del sol de los muertos.

 

Este es el verano del cactus del desierto y la rata

en la almohada:

¿qué le pasa a esa gente?

Seguro bebieron mucha tequila

o mordieron un ají bravo

para hacer tanta bullas en las familias.

                                                                 Ni un pájaro queda

en la jaula vacía de sus costillas.

 

¿Quién toca para su fiesta el arpa de los placeres perdidos,

el sigue y sigue

a la luz de un candil de burdel enterrado…?

¿Se bañaron en el río?

¿Vieron fornicar un asno?

¿Olieron el sol en las hojas,

los rozó una pluma, una mano,

han mordido siquiera un higo

para estar tan contentos…?

 

¡No importa! ¡No importa!

El sitio es un concilio de ebrios. No hay difuntos

aquí, solo un módico albergue

para viajantes de comercio de la tumba y gentes

populares, vendedores de baratijas, lavanderas,

narradores de crímenes espantosos,

enanos tartamudos de los mercados,

un frenético foco de pasiones de ayer

azuzadas por la corriente del Golfo.

Un convite de petrificadas sandías.

 

Enrique Molina

Cuadro: El triunfo de Baco de Velázquez

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