RECETA DE VARÓN
“No
importa si no es hermoso
-la
fealdad en el hombre puede despertar ciertos atávicos instintos femeninos-
pero
es esencial que el pecho sea acogedor
y
que los brazos ofrezcan la promesa
de
abrazos apretados y tiernos.
Vello
en el cuerpo o no,
es
cuestión de gustos.
Personalmente
los prefiero
tapizados,
con
espacios de sombras oscuras
suaves
al tacto,
y
capaces de llenar el olfato
con
el olor del día a flor de piel.
La
cintura que se defina, por favor;
que
no le sobre, ni le falte,
que
no acuse el descuido del dueño,
mas
que en ciertas épocas permisibles
donde
unas libritas demás,
son
sólo testimonio de amables libaciones.
Las
manos son definitivas:
deben
saber detener la cabeza de la mujer
con
el cielo con que el marinero escatima al viento
la
única lámpara de aceite en medio de la tormenta;
ser
ágiles como pájaros o cabras de monte,
capaces
de la forja del hierro, la lágrima,
de
esculpir los intrincados artesonados del placer.
Las
piernas también son importantes
pero
les perdonamos las torceduras,
lo
tosco, las imperfecciones,
si
al encontrarnos con la boca
vemos
una sonrisa en la que poder confiar
y
unos ojos que nos aseguren la mañana.
La
espalda masculina debe ser extensa
como
una pradera por donde puedan pasear los búfalos
y
los heliotropos,
y
es fundamental que en las caderas
se
alcen dos colinas
inequívocas,
sólidas,
que
se nos queden prendidas en la memoria
cuando
el hombre se vuelva para marcharse,
alejándose
en la noche.
La
voz que resuene con vibraciones de bajo
pero
que sepa modular
la
tensa y dulce melancolía del acordeón,
lamentando
el fin de la luna en la ventana.
El
hombre, al fin,
ese
mítico animal
que
reinventa siglo tras siglo
las
quimeras que pueblan las obsesiones femeninas;
habrá
de conservar,
-perdida
la absoluta hegemonía-
todas
aquellas cosas
galantes,
fuertes, acogedoras,
que,
a pesar de todos los pesares,
lo
mantienen sólidamente anclado,
en
el profundo, incansable mar,
de
las hembras”.
Gioconda
Belli
Magnífico recital, como todos. Enhorabuena!
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