jueves, 7 de julio de 2016

Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016


EL ARRANTZALE  (1)

La mar es la mar: la mar
que multiplica por cero
un ingenuo dar y dar.

--Y tú, pescador, ¿adónde,
dí, adónde tan terco vas?
--voy adelante y navego.
Voy sin pensar a algo más,
porque si vengo con menos
en casa no comerán.
Voy a ver qué es lo que pasa,
a ver, si no, quién me da.

La mar inhumana crece.
La mar es sólo la mar.
¡Ay, pescador, mal podrás!

--Que a mí no me coma el hambre;
que me coma antes el mar.
Y así voy con mi pesquero,
tan-tarantán-tarantán.
El corazón contra todo;
lo que falta, por demás;
el valor, porque he apostado;
por ley, la necesidad.

¡Ay, pescador, que la mar
ni comprende ni perdona!
¡Ay, pescador, mira el mar!

--Si puede ser, que así sea,
y si no, ¡qué más me da!
soy pescador, y soy vasco,
buscador del más acá.
Otros fueron con sus ojos
azules de más allá.
Yo, como soy de bajura,
me atengo a lo que me dan.

Pescador, mira que el mar
te amenaza con sus ojos
grises y fijos de imán.

--¿A cuánto pagan el kilo?
Me vendo por lo que dan.
Yo, ni recojo mi cesto,
ni ¡sardiña freskuá!
Doy por bueno lo que ofrecen;
y un chiquito, y a cantar,
aunque luego piense a solas
lo que ustedes no me oirán.

La mar, la mar, siempre el mar,
como el perdón sin perdones,
y el aguantar, y aceptar.

Que salió y que se quedó.
Que se fue y que no volvió.
Que la mar gruesa mugía.
Que en lo pequeño lloró
una mujer que invocaba
el amor que no volvió:
una mujer que se alzaba
contra el mar y la razón.

La mar es una igualdad.
La mar es como la muerte
que anula para dar paz.

La mar es la mar; la mar.
La mar es solo la mar.
--Pescador, no sueñes más,
que sus ojos miran fijos
y enloquecen con su imán.
Pescador, tú bien dijiste,
mirando la inmensidad:
“¿Por qué lloran las mujeres?
Hay que aguantar y aceptar.”

Gabriel Celaya


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