EL ARRANTZALE (1)
La
mar es la mar: la mar
que
multiplica por cero
un
ingenuo dar y dar.
--Y tú, pescador, ¿adónde,
dí, adónde tan terco vas?
--voy adelante y navego.
Voy sin pensar a algo más,
porque si vengo con menos
en casa no comerán.
Voy a ver qué es lo que pasa,
a ver, si no, quién me da.
La
mar inhumana crece.
La
mar es sólo la mar.
¡Ay,
pescador, mal podrás!
--Que a mí no me coma el hambre;
que me coma antes el mar.
Y así voy con mi pesquero,
tan-tarantán-tarantán.
El corazón contra todo;
lo que falta, por demás;
el valor, porque he apostado;
por ley, la necesidad.
¡Ay,
pescador, que la mar
ni
comprende ni perdona!
¡Ay,
pescador, mira el mar!
--Si puede ser, que así sea,
y si no, ¡qué más me da!
soy pescador, y soy vasco,
buscador del más acá.
Otros fueron con sus ojos
azules de más allá.
Yo, como soy de bajura,
me atengo a lo que me dan.
Pescador,
mira que el mar
te
amenaza con sus ojos
grises
y fijos de imán.
--¿A cuánto pagan el kilo?
Me vendo por lo que dan.
Yo, ni recojo mi cesto,
ni ¡sardiña
freskuá!
Doy por bueno lo que ofrecen;
y un chiquito, y a cantar,
aunque luego piense a solas
lo que ustedes no me oirán.
La
mar, la mar, siempre el mar,
como
el perdón sin perdones,
y
el aguantar, y aceptar.
Que
salió y que se quedó.
Que
se fue y que no volvió.
Que
la mar gruesa mugía.
Que
en lo pequeño lloró
una
mujer que invocaba
el
amor que no volvió:
una
mujer que se alzaba
contra
el mar y la razón.
La
mar es una igualdad.
La
mar es como la muerte
que
anula para dar paz.
La
mar es la mar; la mar.
La
mar es solo la mar.
--Pescador, no sueñes más,
que sus ojos miran fijos
y enloquecen con su imán.
Pescador, tú bien dijiste,
mirando la inmensidad:
“¿Por qué lloran las mujeres?
Hay que aguantar y aceptar.”
Gabriel Celaya
No hay comentarios:
Publicar un comentario