LA CASA
Temible
y aguardada como la muerte misma
se
levanta la casa.
No
será necesario que llamemos con todas nuestras lágrimas.
Nada.
Ni el sueño, ni siquiera la lámpara.
Porque
día tras día
aquellos
que vivieron en nosotros un llanto contenido hasta palidecer
han
partido
y
su leve ademán ha despertado una edad sepultada,
todo
el amor de las antiguas cosas a las que acaso dimos, sin saberlo,
la
duración exacta de la vida.
Ellos
nos llaman hoy desde su amante sombra,
reclinados
en las altas ventanas
como
en un despertar que sólo aguarda la señal convenida
para
restituir cada mirada a su propio destino;
y
a través de las ramas soñolientas el
primer huésped de la memoria
(nos saluda:
el
pájaro del amanecer que entreabre con su canto las lentísimas puertas
como
a un arco del aire por el que penetramos a un clima diferente.
Ven.
Vamos a recobrar ese paciente impero de la dicha
lo
mismo que a un disperso jardín que el viento recupera.
Contemplemos
aún los claros aposentos,
las
pálidas guirnaldas que mecieron una noche estival
las
aéreas cortinas girando todavía en el halo de la luz como las mariposas de la
lejanía
nuestra
imagen fugaz
detenida
por siempre en los espejos de implacable destierro,
las
flores que murieron por sí solas para rememorar el fulgor inmortal de la
melancolía,
y
también las estatuas que despertó, sin duda a nuestro paso,
ese
rumor tan dulce de la hierba;
y
perfumes, colores y sonidos en que reconocemos un instante del mundo;
y
allá, tan sólo el viento sedoso y envolvente
de
un día sin vivir que abandonamos, dormidos sobre el aire.
Nadie
pudo ver nunca la incesante morada
donde
todo repite nuestros nombres más allá de la tierra.
Más
nosotros sabemos que ella existe, como nosotros mismos,
por
el sólo deseo de volver a vivir, entre el afán del polvo y la tristeza,
aquello
que quisimos.
Nosotros
lo sabemos porque a través del resplandor nocturno
el
porvenir se alzó como una nube del último recinto,
el
oculto, el vedado,
con
nuestra sombra eterna entre la sombra.
Acaso
lo sabían ya nuestros corazones.
Olga
Orozco
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