MI CIUDAD NATAL
Recuerdo
aquella ciudad,
Iluminada
por el color ocre de los silencios,
Calles
yertas que surcaban las miserables concavidades
De
los que allí nacieron.
Piedras
encalladas, como se encallan en el pecho
Momentos
de distancias escondidas cuando, aún de niña,
Jugábamos
entre fríos hierros que mareaban los sueños,
De
la mano de algún amor.
Sueños
mecidos por el vértigo
De
un vacío suspendido entre calcetines calados.
Recuerdo
las huellas del crecimiento en sus arenas,
Arenas
de yeso y tejas donde mis manos hicieron,
Antes
de aquel polvo,
Palacios
con doncellas y caballeros que,
Ingenuamente,
forjaban una vida
Entre
algodones de imaginación y besos de plastilina.
Calles
de otros con mirada risueña,
Con
la nostalgia de la vejez en sus ojos,
Lágrimas
detenidas por un futuro que no les tocará vivir.
Nací
en una tierra que brotó del mar,
No
tengo identidad, sólo amo las palabras
Que
recogí de sus laderas
Aquellas
tardes de cielo abierto,
Tiempo
cruzado por el aire,
Trazado
en veintidós versos halcón
Saliendo
de páginas huidas.
Aún
siento el calos de la leña
Dibujándose
en láminas de pasión
Llamaradas
de gritos que eclosionan
Su
inmensa belleza, vestida de esperanza,
Arrodillada
frente a la imagen de Cristo en el follaje.
Nada
hay detrás de aquella ciudad
Donde
el tiempo yacía, casi sin latir,
Entre
los pasos de a tres de los ancianos
Y
las locas carreras de mil niños,
Corriendo
todos a la vez y en la misma dirección.
Pasaron
los años
Y
no encontré el momento de volver
Para
rociar mi piel con su aroma, aroma de cascada virgen,
En
la majestuosidad de sus ruinas.
Alguna
vez pensé clavarme al viento,
Anidar
entre la modestia y el olvido
A
tan sólo tres calles de la ausencia
Para
no llorar ni una de sus piedras,
Para
no herir el silencio
Con
el sonido de pasiones desesperadas.
Han
pasado quince años de recuerdos
Y
todavía no sé del dolor
Perfilado
en los restos de aquel lugar…
Nunca
supe de ti, madre,
Después
de tu muerte.
Magdalena
Salamanca
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