ABANDONÉ
MI SOMBRA EN EL ARMARIO
Abandoné
mi sombra en el armario
y
creció incontrolable con pieles y venenos.
Quise
amoratar mis pómulos y las abandoné dejando un vaso de agua con sal
y
no más que un manantial de tropiezos.
Creció
fuerte y ágil, mi sombra
no
me acompañó, se nutrió de sueños
oscurecidos
por baldas caídas
y
marcados cuerpos insalubres de
besos
fatigosos de cocaína y anís.
Se
subió al banco de piedra y
mi
sombra… ¡y mi sombra me insultó!
y
me abandonó en un armario.
No
me dejó ni sal ni agua,
ató
mi mente a una escalera
y
se marchó, ella indisoluble
desapareció
y las luces
no
me reflejaron los ojos hinchados
y
rosados llenos de verdes recuerdos
incrustados
en mis retinas
que
no me dejaron ni ver
ni
recordar lo que ocurrirá
sin
mi sombra.
Cierta
migaja se me ató al cuello
y
no me permitía pasar.
Mi
sombra… quiso dejarme sola
y
de dolor estrangulé sus manos.
Virginia
González Sánchez
Integrante de los talleres de poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares
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