miércoles, 4 de febrero de 2015

Poemas del Recital 25 de enero de 2015


LA CASA


Allá estarán las costas todavía,
a punto de no ser, contradiciéndose.
En el hastío de las escaleras
y en la resignación de las paredes
aún seguirá creciendo aquella sombra
con su sed de presagios inminentes.

Aquella sombra, ay, aquella sombra
fría como la sal y como el verde.
Su perfume inquietante, su leyenda
de confidencias y de pareceres
caía en el ramaje de mis hombros
con la perseverancia de la nieve.

Yo nunca tuve edad. Por eso entonces
crecí en la medida de mi muerte
ante la certidumbre del dolor
y la presencia de lo inexistente
y esa frialdad de las antiguas voces
sólo atentas a sus atardeceres.

Dejadme que imagine: allí quedaron
los guantes amarillos del jinete,
el crucifijo, las lamentaciones,
la ácida vigilia de la fiebre.
(Consternación que pudo perpetuarse
en el mundo asombrado de mi frente.)

Yo sé que quise huir de los espejos
deshabitados insistentemente,
de la cal angustiosa, de  la fecha,
de la persecución de los caireles,
de sombras que llovían por los muros
lentas como la miel, y amargamente.

Es verdad que nací para estar triste
junto a cualquier ventana cuando llueve.
Pero eso sí: guardadme mi silencio,
aquel tan habituado a mis papeles,
desordenado como las estrellas,
amigo de mi voz, sencillamente.

No me llevéis a las habitaciones
donde sollozan doloridos seres,
en donde no podría habitar nunca
el aire que respiran los juguetes.
Porque no quiero ver anochecida
mi propensión a los amaneceres.

María Elena Walsh


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