GUERRA
Yo miro a la Bestia
mientras se lame
para confundirse mejor con
todo lo que le rodea
sus ojos color de oleaje
de súbito son la charca de
donde sale la ropa sucia de los detritus
la
charca que detiene siempre al hombre
con
su pequeña plaza de la Opera en el vientre
pues
la fosforescencia es la clave de los ojos de la Bestia
que
se lame
y
su lengua
asestada
no se sabe nunca de antemano hacia dónde
es
una encrucijada de hoguera
desde
debajo de ellas contempla su palacio hecho de lámparas metidas
en
sacos
y
bajo la bóveda azul de rey contemplo
arquillos
desdorados en perspectiva uno metido en otro
mientras
corre el aliento hecho con la generalización hasta el
infinito
de uno de esos miserables con el torso
desnudo
que
se presentan en la plaza pública tragando antorchas
de
petróleo entre su agria lluvia de monedas
las
pústulas de la bestia resplandecen con esas hecatombes
de
jóvenes con los cuales se hacía el número
los
flancos protegidos para las reverberantes escamas que son los ejércitos
inclinados cada uno de los cuales gira a la perfección sobre su bisagra
aunque
ellos dependen de unos de otros no menos que los gallos
que
se insultan en la aurora de estercolero a estercolero
se
pone de relieve el defecto de la conciencia pero sin embargo
algunos
se obstinan en sostener que va a amanecer
la
puerta quiero decir la Bestia se lame bajo el ala
y
convulsionándose de risa se ven a los rateros al fondo de una taberna
el
espejismo con el cual se había fabricado la bondad se resuelve
en
un yacimiento de mercurio
podría
muy bien lamerse de un solo golpe
he
creído que la Bestia se revolvía hacia mí he vuelto a ver la suciedad del
relámpago
qué
blanca es en sus membranas en el claro de sus bosques
de
abedules donde se organiza la vigilancia
en
los cordajes de sus barcos en cuya proa se hunde una mujer
que
el cansancio del amor ha engalanado con su antifaz verde
falsa
alarma la Bestia guarda sus garras en una corona eréctil alrededor de sus senos
trato
de no vacilar demasiado cuando ella menea la col
que
es a la vez carroza biselada y latigazo
entre
el calor sofocante de la cicindela
desde
su litera manchada de sangre negra y de oro la luna afila
uno
de sus cuernos en el árbol entusiasta del agravio
halagada
la
Bestia se lame el sexo no he dicho nada.
André
Breton
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