viernes, 27 de marzo de 2020

GUERRA


GUERRA


Yo miro a la Bestia mientras se lame
para confundirse mejor con todo lo que le rodea
sus ojos color de oleaje
de súbito son la charca de donde sale la ropa sucia de los detritus
la charca que detiene siempre al hombre
con su pequeña plaza de la Opera en el vientre
pues la fosforescencia es la clave de los ojos de la Bestia
que se lame
y su lengua
asestada no se sabe nunca de antemano hacia dónde
es una encrucijada de hoguera
desde debajo de ellas contempla su palacio hecho de lámparas metidas
en sacos
y bajo la bóveda azul de rey contemplo
arquillos desdorados en perspectiva uno metido en otro
mientras corre el aliento hecho con la generalización hasta el
infinito de uno de esos miserables con el torso desnudo
que se presentan en la plaza pública tragando antorchas
de petróleo entre su agria lluvia de monedas
las pústulas de la bestia resplandecen con esas hecatombes
de jóvenes con los cuales se hacía el número
los flancos protegidos para las reverberantes escamas que son los ejércitos inclinados cada uno de los cuales gira a la perfección sobre su bisagra
aunque ellos dependen de unos de otros no menos que los gallos
que se insultan en la aurora de estercolero a estercolero
se pone de relieve el defecto de la conciencia pero sin embargo
algunos se obstinan en sostener que va a amanecer
la puerta quiero decir la Bestia se lame bajo el ala
y convulsionándose de risa se ven a los rateros al fondo de una taberna
el espejismo con el cual se había fabricado la bondad se resuelve
en un yacimiento de mercurio
podría muy bien lamerse de un solo golpe
he creído que la Bestia se revolvía hacia mí he vuelto a ver la suciedad del relámpago
qué blanca es en sus membranas en el claro de sus bosques
de abedules donde se organiza la vigilancia
en los cordajes de sus barcos en cuya proa se hunde una mujer
que el cansancio del amor ha engalanado con su antifaz verde
falsa alarma la Bestia guarda sus garras en una corona eréctil alrededor de sus senos
trato de no vacilar demasiado cuando ella menea la col
que es a la vez carroza biselada y latigazo
entre el calor sofocante de la cicindela
desde su litera manchada de sangre negra y de oro la luna afila
uno de sus cuernos en el árbol entusiasta del agravio
halagada
la Bestia se lame el sexo no he dicho nada.

André Breton      


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