EL GRITO
INÚTIL
¿Qué vale
una mujer? ¿Para qué sirve
una mujer
viviendo en puro grito?
¿Qué puede
una mujer en la riada
donde
naufragan tantos superhombres
y van
desmoronándose las frentes
alzadas como
diques orgullosos
cuando las
aguas discurrían lentas?
¿Qué puedo
yo con estos pies de arcilla
rodando las
provincias del pecado,
trepando por
las dunas, resbalándome
por todos
los problemas sin remedio?
¿Qué puedo
yo, menesterosa, incrédula,
con sólo
esta canción, esta porfía
limando y
escociéndome la boca?
¿Qué puedo
yo perdida en el silencio
de Dios,
desconectada de los hombres,
preñada ya
tan sólo de mi muerte,
en una
espera lánguida y difícil,
edificando,
terca, mis poemas
con argamasa
de salitre y llanto?
Volvedme a
aquel descuido, a aquel sosiego
en que era
dable andar por los caminos
pastoreando
ensueños como ovejas.
Volvedme al
ruiseñor de aquel boscaje,
al vuelo de
aquel cisne por el lago
bajo la
planta azul de aquella luna.
Volvedme a
la andadura mesurada
al trópico
dulcísimo y sedante
de un verso
con timón y cortesía
donde cantar
cómo los bucles de oro
son cómplices
del pájaro y la rosa,
porque eso,
al fin, a nada compromete
y siempre
suena bien y hace bonito.
Pero es
vano, amigos, nos cortaron
la retirada
hacia seguras bases.
Están rotos
los puentes,
los caminos
confusos,
los túneles
cegados. No sabemos
de cierto si
avanzamos o si huimos
dejando por
detrás tierra quemada.
Y yo
pregunto, vadeando a solas
un río de
aguas turbias y crueles,
¿qué puede
una mujer, para qué sirve
una mujer
gritando entre los muertos?
Ángela Figuera
Aymerich
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