LAS MANOS
Dos especies de manos se
enfrentan en la vida,
brotan del corazón,
irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre
la luz herida
a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta
del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella
su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en
un gran oleaje,
hombres de mi simiente.
Ante la aurora veo surgir
las manos puras
de los trabajadores terrestres
y marinos,
como una primavera de
alegres dentaduras,
de dedos matutinos.
Endurecidamente pobladas
de sudores,
retumbantes las venas
desde las uñas rotas,
constelan los espacios de
andamios y clamores,
relámpagos y gotas.
Conducen herrerías, azadas
y telares,
muerden metales, montes,
raptan hachas, encinas,
y construyen, si quieren,
hasta en los mismos mares
fabricas, pueblos, minas.
Estas sonoras manos
oscuras y lucientes
las reviste una piel de
invencible corteza,
y son inagotables y
generosas fuentes
de vida y de riqueza.
Como si con los astros el
polvo peleara,
como si los planetas
lucharan con gusanos,
la especie de las manos trabajadora
y clara
lucha con otras manos.
Feroces y reunidas en un
bando sangriento
avanzan al hundirse los
cielos vespertinos
unas manos de hueso lívido
y avariento,
paisaje de asesinos.
No han sonado: no cantan. Sus
dedos vagan roncos,
mudamente aletean, se
ciernen, se propagan.
Ni tejieron la pana, ni
mecieron los troncos,
y blandas de ocio vagan.
Empuñan crucifijos y
acaparan tesoros
que a nadie corresponden
sino a quien los labora
y sus mudos crepúsculos absorben
los sonoros
caudales de la aurora.
Orgullo de puñales, arma de
bombardeos
con un cáliz, un crimen y
un muerto en cada uña:
ejecutoras pálidas de los
negros deseos
que la avaricia empuña.
¿Quién lavará estas manos
fangosas que se extienden
al agua y la deshonran, enrojecen
y estragan?
Nadie lavará manos que en
el puñal se encienden
y en el amor se apagan.
Las laboriosas manos de
los trabajadores
caerán sobre vosotras con
dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas
tantos explotadores
en sus mismas rodillas.
Miguel Hernández
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