ELEGÍA DE OTOÑO
Las hojas del otoño flotan
sobre tu brisa
y caen en el estanque
solitario del alma.
Un dolor de ser otros
parece que nos pesa
como unas rotas alas.
(Acaso nunca el hombre es
él mismo). Escuchamos
la voz honda del tiempo,
la palabra
del tiempo que en los
labios cobrizos del otoño
pone su dejo antiguo, su
amarillez, y pasa.
Escuchamos el tiempo
pasar: es un rebaño
invisible que pisa por la
hierba mojada;
es una larga ronda de
vientos tañedores
entre las flautas rojas de
las ramas;
es una herida queja de
líquidos metales
por fugitivos corazones de
agua.
Escuchamos el tiempo y apretamos
los párpados
y sentimos el tiempo en
nuestras lágrimas.
El otoño que arde con su
lumbre de gloria
presta a las cosas luz
misteriosa y dorada;
toda la tierra tiene una
triste hermosura
como una dulce evocación
de infancia.
También otoño el corazón
nos dora
y su hondos paisajes nos
enciende en el alma
y nos sentimos tiempo
transitando, fundida
nuestra amarilla cera en
las hermosas brasas.
Caminamos pisando un
corazón de hojas.
Pisando lentamente una
esperanza.
Y miramos al cielo. Y
abatimos la frente.
Y decimos: - Mañana.
Leopoldo de Luis
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