jueves, 22 de noviembre de 2018

TE CONOCÍ ALCALÁ DE HENARES, ENTRE LOS MEJORES


TE CONOCÍ ALCALÁ DE HENARES, ENTRE LOS MEJORES
A los compañeros del Grupo Cero

Sonó el teléfono, es una demanda social.
¡Buscan médico de urgencias en una clínica de Alcalá de Henares!
Son guardias nocturnas, fines de semana
de veinticuatro horas y pagan poco, tú verás…
¡¡¡Acepto!!!
Te necesitan mañana uno de julio a las nueve de la noche.
“No conozco la ciudad ni tengo coche,
estaré allí a las ocho”.

Con un apretón de manos cambié el delantal por bata,
mil pesetas vendiendo peces de colores
por quinientas de recién licenciado.

Y conocí los límites del cuerpo desprovisto de salud,
la sombra encadenada de dolor en el pecho de la culpa,
el grito ausente de doña Angustias por no poder gozar,
a don Narciso con su fiel úlcera femenina de siempre,
al sargento que no puede dormir en su garita
sin el aguardiente reglamentario y a la maestra celosa
de su belleza en el espejo de la infancia.

También hubo sangre,
porque de noche la carretera es ciega,
el maltrato de la cruel ignorancia es locura familiar,
los niños agitan  sus almas desnudas desde la cuna
y al despertarse lloran las pesadillas con alguna febrícula.

Todas las edades tienen sexualidad y goce posible
desde la demencia del que no sabe volver a casa de los sueños o
la adicción del que no supo huir por las rendijas de la vida.

No cedí en una muerte más, antepuse premisas para ejercer
si de noche trabajo, a la mañana estudio y por la tarde…

En la ciudad de las tres culturas conviven los valientes,
puerta de la capital, crucial en la batalla entre hermanos,
visité tus bibliotecas, celdas y colegios.
El hospital sin terminar y a media hora de la muerte,
la poesía  inundó cada hogar de templanza y las cigüeñas
consiguieron celebrar su patrimonio de humanidad.

Atendí lo que nadie quería, recibí a don insólito, a doña inaudita, al comisario incrédulo, al comandante Pelele, a los amantes sin destino y era tal la cantidad de aullidos, que pedí refuerzos a la magistral sabiduría y fuimos tomando posiciones.

Difundimos revistas en las guarderías de cada mirada,
libros donamos para leer en voz alta en  las iglesias,
a los jueces dimos clases de ética en el juicio de atribución
y al síndrome del recomendado recetamos hablar
todas las semanas y cantamos con las profesoras
la tabla de la ilusión y el crecer lo diferente
tuvimos desertores y algún muerto enterramos.

Los talloos caídos de secar lágrimas guardamos
en museos hurtados al pasado,
allí donde nadie habla cuando algo se descubre.

Las mujeres torturadas y ocultas durante siglos,
como almendras garrapiñadas por la pasión
acudían en oleaje de todos lados.
Mujeres que nunca habían llorado,
mujeres sin perdón ni olvido, mudas ancianas,
niñas jugando a ser la madre del futuro ruiseñor,
pedían hablar sin temor.

Tantas mujeres recibimos, tanta alegría sentían
de ser escuchadas que un día contratamos
una emisora de radio y con la fuerza del verso
los jueves declamábamos:
¡señora María, es la hora del Poeta del Mediodía!
ya nunca  habrá semana sin amor, don mejor sin poema,
niño sin lapicero, ni grupo sin director,
enamorados de las semillas del cantor.

Y cuando para seguir creciendo, por ley,
nos dividimos en pedazos exactamente desiguales
y compramos suelo, estábamos aceptando la deuda
que no se puede condonar:
¡entre los mejores, fuimos los primeros”.

Y hubo tormentas, donde la ceguera era muda y
el vaivén del río en su cadencia de volver el
cauce del pasado trajo melancolía.
Sabemos que la depresión sin tratamiento adecuado
se instala en el pensamiento y enferma el cuerpo.

Estas tres décadas de trabajo está documentadas,
no olvido que otros de aquellas gestas nacieron
y hoy podemos con alegría, cantar, pintar, actuar,
jugar,  bailar y recitar que en Alcalá de Henares
debutó nuestra primera juventud.

Carlos Fernández del Ganso
De “La máquina del tiempo”

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