VOLVIENDO
DE PARÍS
Botas
negras atadas con cordeles rojo amianto
me
llevaron como el mercurio a la cumbre
donde
la fiebre conversa con el astro rey de la noche
sobre
legendarias historias de amor que nunca contaré.
¡Oh
farolas de París, si tu luz no me hubiera cegado!
Mi
perfil es una capa negra cosida a mano
con
ribetes de oro y un botón de marfil es mi carácter,
custodiando
la daga oculta al traficante de sueños,
que
osara arrancar de mis labios tu residencia en mis versos.
¡Oh
París, si te hubiera conocido el siglo pasado!
Trenzas
longitud cintura.
Rosada
tez de tesura luna.
Blanco
en lo sutil las manos.
Y
como corresponde al terciopelo
tu
pìel era el castigo del nunca volver.
¡Oh,
París, si te hubiera visitado el siglo pasado!
Pero
nada de so sucedió,
las
jaulas de hierro,
el
ferroviario destino de la pasión,
la
calle estrecha donde te besé de penumbra en la boca,
la
farola donde me fumé la vida esperando
la
luz intermitente del
“Ya
puedes subir, se fue a trabajar…”
¡Oh
París, tantas cerillas consumí, el siglo pasado!
Ninguna
fotografía conservo de aquel lunar tuyo
cerca
de la comisura donde mi sed te vencía.
No
hay rastros del cordel de tu corpiño,
que
tantas veces marcó las falanges de mis dedos
hambrientos.
Nada
queda de mi capa, ni de mis botas de gato
atadas
con un cordel de rojo amianto,
maullando
en la calle estrecha al reflejo de la farola,
encendiendo
todas las cerillas menos una.
¡Oh
María!
la
vida me enseñó a fumar el último cigarrillo en compañía.
Carlos
Fernández del Ganso
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