TREINTA AÑOS
Lejos queda aquel primer
llanto
lanzado a la luz de
candiles
sobre sábanas blancas
manchadas
de futuro inquieto,
desconocido,
labrado bajo estrellas
fugaces
de un febrero silente en
encrucijadas.
Tus pies, a golpes de
talón en la hierba
cincelan un ritmo
estrepitoso,
clamando alas, planeando
la llanura
en un recodo de vieja
esperanza,
mientras el azar se
quiebra en el costado
de una solemne algarabía
extenuada.
Vientos volverán a mover
ingenios
sin temor, las ristras de
cultivo,
vendrán a cubrir la estepa
lejana
sin dejar la lucha ceñida
en la zanja
del estupor, por subsistir
en empeños
de resistencia a crueles
naufragios.
No dejes vestir tu sed con
abatimiento,
ni huyas del latido por la
pujanza,
hay días de audaz
crecimiento
instalando púrpura en la
oscura plaza.
Vive sin perder el valor
de los días,
apagando furias entre
vapores de ascuas mascadas,
ni quemes el aire de la
floresta
con la tizne de un
cigarrillo hosco y adverso.
Caminando erguido y con la
frente alta,
de tu retina haces de luz
arrojan bríos,
a secuaces cruzadas
galardonadas,
rompiendo moldes y
forjando roles.
El tesón ahogado en tul
desgranado
resurge entre visillos de
humo,
rodeando de mies la
arcaica esquina
en el primer albor
inesperado.
Suelta la promesa
estercolada en el páramo.
Ilumina con tu refulgencia
los sesgos dañados.
Aún quedan derroteros por
explorar,
y aún hay tiempo para
sembrar la tierra.
Porteadores de palmas
llaman a la puerta
ataviando moradas
despojadas al yermo.
Gloria Gómez Candanedo
De libro: "Nombre de mujer"
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