MALDITA SERENIDAD
Anegada por este mar sereno
donde permanezco anclada,
acecha intensamente tu
piel salobre
anhelando aquellas
tempestades
por las que navegaron
nuestros cuerpos.
Pasa el tiempo, despacio,
muy despacio.
Persiste el sabor de tus
besos,
cae la noche grave,
emerge tu recuerdo de
repente
allí donde me falta tu
aliento.
Reflejada en amplios
espejos
por la luz de tu mirada
te busco entre la gente,
nocturna y solitaria
y no hallo nada.
Mi carne encendida compone
tu nombre,
y reclama el arpegio de
tus dedos…
y sigo desperdiciando
latidos en otra piel,
en otros cuerpos
envueltos en este
insoportable silencio.
Maribel Domínguez Duarte
Del libro: "Nombre de mujer"
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