DORMIDOS EXPLORAMOS
Con las muñecas atadas al
salario del poder
las cucharas recorren los
barrotes imperiales
declamando la sed de los
reclusos.
¡Eh miserable! ¿Qué vas a
escribir hoy?
Queremos escuchar tus
ilusiones de selva
y la utopía de los
vergeles.
Una fuerza misteriosa
levantó sus huesos del colchón
de hojas indígenas, con
las manos sujetó una armónica
oxidada de lágrimas
extranjeras y el rencor del silbo
dividió el tiempo del amor
en un doble espacio.
¡Eh miserable! Deja de
estirar los músculos
y continúa la historia.
¡Cuéntanos más mentiras
sobre los muertos de la
noche!
Los primeros renglones se
deslizan cuesta abajo
y, a veces, te lleva el
viento de la novedad,
otras se arruga el pasado
en la papelera.
En el patio de reclusos,
el silencio acompaña
la narración del
miserable.
Una tiza blanca dibuja en
la pared el plan de huida.
Nadie se mueve, todos
esperan el desenlace.
Los párpados vislumbran el
delirio de salvación.
La multitud, susurra entre
sombras y arrastrando
los pies, el carcelero
mayor, con sus ciento once años
de penumbra, tararea
canciones de cuna
y con paciencia de líder
escucha la sentencia.
Carlos Fernández del Ganso
de "La Máquina del Tiempo"
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