martes, 10 de abril de 2018

ASÍ ES EL AMOR EN MI TIERRA - Carlos Fernández del Ganso



ASÍ ES EL AMOR EN MI TIERRA


Como oleaje en pleamar
eclipse de luna y sierra
talando océanos,
así se presentaba ella,
recodando amores de pana en
Talante quebrado y hechizos de hoguera
Mediterránea,
así, al unísono como tañido de campana añeja
blandiendo todas las urbes,
como ubre repleta de nostalgia
exhalando el aire,
badajo de la noche pidiendo cantar y canto.

Al oído me soplaba
de soslayo, como era el amor
de siembra y hoja de estaño
en su tierra.
Un amor me decía de heráldicas y blasones
de escudos acuñados
a la piedra y moho,
el amor en  mi tierra de arado
y surco, es un amor vertical
de antepasados vivos y
muertos, de guillotinas en
tobillos presos al caminar
y lenta mirada de lejanía,
así es el amor en mi tierra por labrar
cada añada de sombra y
tallo torcido al viento,
grieta de ceniza resbalando savia
en belleza de piedra y álamo.

Es un amor de puente de
ribera al lado de cruces sin
transitar, de eslabón y cerrojo
sobre las manos agrietadas y collar
de perro y bofe, un amor sin destino,
cabalgadura de adobe y timbre,
sin remite, al borde siempre de
un pozo seco y profundo.

Y mientras me narraba colores y
estancias diversas del amor,
no asomaba a su rostro ni un
jirón de tristeza, ni sombra de amargura,
ninguna arruga cruzaba dolor
en su cara limpia, abierta,
marea sosteniendo el sol.
¿Qué amor sería ese?
Tal vez me preguntaba en silencio
el amor de jabones y esencias de Oriente
lejanos y entrañables a la par;
ubicados frente a palacio o en
urnas cubiertas de ceremonial festín
sobre bandejas de plata,
o quizás un amor de ciprés, firme sombra en alargada figura
sobre todos los caminos,
girando en derredor según pidiera el día
o un amor de campanilla y horno
humeando cada noche mantel y leña
para convexas tripas de hambre y honor.

Su amor, descubrí con el paso
de los años y hojas,
era un amor de aroma, de oído cincelado
al poema,
de traidor de ancestros,
de campanario y soldado,
de labriego de libros,
un amor de amor y templanza,
de renglón y caída libre,
desvirgador de blancuras e inmaculado
crimen de lo nuevo,
un amor desterrado de vejez y
púber,
de tiza y solapa angulosa
de flor en solapa y tiza de pizarra
de pizarra y teja y flor
en balcones y veredas,
un amor de hombre y mujer
de tiza y barro,
un amor de mujer y hombre
de leña y fuego
tallado al calor de la poesía.

Carlos Fernández del Ganso
De “Atravesando sombras”

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