POEMA VELOZ
Había un pequeño colibrí
que trataban de alcanzar la puntual
profundidad de la amatista,
extraña femenina engendrada en la hoguera
de días que se perdían
como besos supremos huyendo de las
lágrimas.
Ella lucía sí, en el cuello pintado
de una estatua
su brillo mezcla de bondad y
orgullo,
porque dejó de lado el invierno del
alma
rota por la herramienta que la talla
y alejó
en cada golpe a los monstruos
sagrados de la envidia
que despertaron sobresaltados
mirando a las estrellas.
Pálida tiñó el azul con un poco de
rojo
y hundió su cabellera entre violetas
que declinaban sumisas por la tarde,
haciéndose sentir al colibrí
en la impaciencia de sus alas,
que amaba mas el beso de la tierra
que su veloz anillo de esponsales.
Norma Menassa
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