NUEVA NOCHE VIEJA
El
estruendo rompe la línea del tiempo
mientras
el murmullo de la muchedumbre
festeja
la noche idílica entre campanas.
En
la esquina una mano tiembla
buscando
un mendrugo de pan entre tanto fulgor.
Un
rostro encapuchado deja verter la lágrima de la miseria
entre
la multitud.
Las
voces a coro levantan un brindis
lanzando
destellos de color en la oscura noche,
queriendo
verter de nuevo la mirada prestada al amanecer.
Otra
vez suena la esperanza entre brazos buscando la caricia.
Otra
vez se cuentan los días de invierno, apoyados en la chimenea.
Otra
vez las mismas historias se repiten en cada deseo
escrutado
en el brillo de unos ojos.
Pero
aunque las calles vestidas de luz abracen los recelos,
en
algún rincón hay alguien cubierto de harapos
en
la sombra ciega de los días sin color.
No
le alcanza el tono del aire traspasando la nota de una canción,
ni
siente el latido de fuerza que da la
pasión.
Hace
tiempo que ya no cuenta los días grises ni los de color,
sólo
conoce un solsticio;
la
noche perdida en el temblor de amaneceres en el holocausto.
La
noche vieja abre una nueva luz a las historias trazadas en los pergaminos del tiempo
como
todas las reflejadas en el espejo de la melancolía;
ante
la multitud hay ventanas que esconden otros anhelos:
la
voz desgarradora del niño pidiendo paz en la letra escrita,
el
llanto oculto entre sábanas ante una soledad impertinente,
el
recelo de un amor perdido ahogado en el licor de la muerte.
Historias,
historias
se
repiten las historias cada noche vieja, siempre las mismas,
y
siempre la misma ceguera.
Gloria
Gómez Candanedo
Integrante de los talleres de poesía Grupo Cero de Alcalá de Henares
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