MAREA ALTA
Cuando
un hombre y una mujer que se han amado se separan
se
yergue como una cobra de oro el canto ardiente del orgullo
la
errónea maravilla de sus noches de amor
las
constelaciones pasionales
los
arrebatos de su indómito viaje sus risas a través de las piedras sus plegarias
y cóleras
sus
dramas de secretas injurias enterradas
sus
maquinaciones perversas las cacerías y disputas
el
oscuro relámpago humano que aprisionó un instante el furor
de
sus cuerpos con el lazo fulmíneo de las antípodas
los
lechos a la deriva en el oleaje de gasa de los sueños
la
mirada de pulpo de la memoria
los
estremecimientos de una vieja leyenda cubierta de pronto con la palidez de la
tristeza y todos los gestos del abandono
dos
o tres libros y una camisa en una maleta
llueve
y el tren desliza un espejo frenético por los rieles de la tormenta
el
hotel da al mar
tanto
sitio ilusorio tanto lugar de no llegar nunca
tanto
trajín de gentes circulando con objetos inútiles o
enfundadas
en ropas polvorientas
pasan
cementerios de pájaros
cabezas
actitudes montañas alcoholes y contrabandos informes
cada
noche cuando te desvestías
la
sombra de tu cuerpo desnudo crecía sobre los muros hasta el techo
los
enormes roperos crujían en las habitaciones inundadas
puertas
desconocidas rostros vírgenes
los
desastres imprecisos los deslumbramientos de la aventura
siempre
a punto de partir
siempre
esperando el desenlace
la
cabeza sobre el tajo
el
corazón hechizado por la amenaza tantálica del mundo
Y
ese reguero de sangre
un
continente sumergido en cuya boca aún hierve la espuma de los días indefensos
bajo el soplo del sol
el
nudo de los cuerpos constelados por un fulgor de lentejuelas insaciables
esos
labios besados en otro país en otra raza en otro planeta en otro cielo en otro
infierno
regresaba
en un barco
una
ciudad se aproximaba a la borda con su peso de sal como un enorme galápago
todavía
las alucinaciones del puente y el sufrimiento del trabajo
marítimo
con el desplomado trono de las olas y el árbol
de
la hélice que pasaba justamente bajo mi cucheta
éste
es el mundo desmedido el mundo sin reemplazo el mundo desesperado como una
fiesta en su huracán de estrellas
pero
no hay piedad para mí
ni
el sol ni el mar ni la loca pocilga de los puertos
ni
la sabiduría de la noche a la que oigo cantar por la boca de las aguas y de los
campos con las violencias de este planeta que nos pertenece y se nos escapa
entonces
tú estabas al final
esperando
en el muelle mientras el viento me devolvía a tus brazos como un pájaro
en
la proa lanzaron el cordel con la bola de plomo en la punta y el cabo de Manila
fue recogido
todo
termina
los
viajes y el amor
nada
termina
ni
viajes ni amor ni olvido ni avidez
todo
despierta nuevamente con la tensión mortal de la bestia que acecha en el sol de
su instinto
todo
vuelve a su crimen como un alma encadenada a su dicha y a sus muertos
todo
fulgura como un guijarro de Dios sobre
la playa
unos
labios lavados por el diluvio y queda atrás
el
halo de la lámpara el dormitorio arrasado por la vehemencia
del
verano y el remolino de las hojas sobre alas sábanas vacías
y
una vez más una zarpa de fuego se apoya en el corazón de su presa
en
este Nuevo Mundo confuso abierto en todas direcciones
donde
la furia y la pasión se mezclan al polen del Paraíso
y
otra vez la tierra despliega sus alas y arde de sed intacta y sin raíces
cuando
un hombre y una mujer que se han amado se separan.
Enrique
Molina
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