SE ME HA PERDIDO UN HOMBRE
Se
me ha perdido un hombre.
Y
lo busco por cifras y guitarras,
por
hierbas y entrepisos,
en
el cielo,
en
la tierra,
dentro
de mí.
Se
me ha perdido un hombre.
Y
me quedo temblando
como
quien no come sino polvo,
como
quien ya extravió la sombra
Pero
no,
que
no,
que
no me ayudan a buscarlo.
¿A
quién le importa si su mirada ha derrotado el
tiempo?
¡A
quién le importa aquella piel
con
gana
de
la luz?
¿A
quién le importan unos labios transparentes
que
no tuvieron hambre,
unas
piernas que sólo corrían al amor?
Se
me ha perdido un hombre.
Y
todos ríen,
se
entretienen,
sudan,
mastican
se
desenvainan por las noches;
despreciativos,
inefables,
maromeros,
unánimes,
como
si sólo se hubiese caído un alfiler
o
la hoja más seca
del
árbol del bien y del mal,
como
si la muerte no hubiera entrado
a
destiempo
en
nuestra casa.
Y
yo pensando que era demasiado joven,
que
reunía láminas y piedras,
pedacitos
de mundo,
hierros,
cosas
del mar.
Yo
pensando en su grandeza
de
criatura,
en
cómo miraba a Venus al atardecer,
en
cómo cayó en la trampa.
Yo
pensando
en
dónde está la mitad del cuerpo mío,
en
quién va a cantar ahora para quitarme el miedo,
en
las veces que no nos besamos,
en
sus ojos coléricos frente a la injusticia,
en
ese silencio con que me responde,
en
la herida que nunca le cosí,
en
sus manos.
Se
me ha perdido un hombre.
¡Ayúdame
a buscarlo!
Pronto…
siento
frío.
Aquí
no hay lámparas ni claves,
no
tengo redes
ni
computadoras,
no
tengo flechas ni radares.
¿Dónde
estás?
¿Intenta
ser mi sombra el desvalido?
¿Se
me ha vuelto invisible entre gusanos?
Carilda
Oliver Labra
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