UNA PALABRA
Yo
tengo una palabra en la garganta
y
no la suelto, y no me libro de ella
aunque
me empuja su empellón de sangre.
Si
la soltase, quema el pasto vivo,
sangra
el cordero, hace caer el pájaro.
Tengo
que desprenderla de mi lengua,
hallar
en agujero de castores
o
sepultarla con cal y mortero
porque
no guarde como el alma el vuelo.
No
quiero dar señales de que vivo
mientras
que por mi sangre vaya y venga
y
suba y baje por mi loco aliento.
Aunque
mi padre Job lo dijo, ardiendo,
no
quiero darle, no mi pobre boca
porque
no ruede y la hallen las mujeres
que
van al río, y se enrede a sus trenzas
o
al pobre matorral tuerza y abrase.
Yo
quiero echarle violentas semillas
que
en una noche la cubran y ahoguen,
sin
dejar de ella el cisco de una sílaba.
O
rompérmela así, como la víbora
que
por mitad se parte entre los dientes.
Y
volver a mi casa, entrar, dormirme,
cortad
de ella, rebanada de ella,
y
despertar después de dos mil días
recién
nacida de sueño y olvido.
¡Sin
saber ¡ay! que tuve una palabra
de
yodo y piedra -alumbre entre los labios
ni
poder acordarme de una noche,
de
la morada en país extranjero,
de
la celada y el rayo a la puerta
y
de mi carne marchando sin su alma!
Gabriela
Mistral
Cuadro: ·Sorpresa de amor" de Miguel Oscar Menassa
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